martes, 19 de junio de 2012

El hombre de los ojos verdes. Capítulo V

¡Buenas tardes! Para mí, ya han comenzado oficialmente las vacaciones de verano (¡sí!), y como ya tengo tiempo libre y hace bastante que no subo ningún capítulo de El hombre de los ojos verdes, aquí va el quinto, que es casi el doble de largo que los demás.


_______________________capítulo cinco_______________________
Despertarme esa mañana, ver la niebla por la ventana y sentir el extraño dolor en el cuello eran ya casi una rutina. El 31 de octubre se me estaba haciendo demasiado repetitivo; era la tercera vez que vivía el día, y sí, estaba completamente segura de que no había sido un sueño. La idea se confirmó algo más tarde, cuando al entrar al colegio las canastas de baloncesto estaban tiradas por los suelos.
Nadie habló demasiado durante las seis largas horas escolares; parecían ocupados intentando dar en su cabeza una explicación lógica a los sucesos de los dos días anteriores. Aunque en realidad, no eran anteriores, sino el mismo día. Pero ya lo habíamos vivido… En fin, sigo sin tener muy claro ese tema. El caso es que no ocurrió nada interesante hasta por la tarde.
A eso de las ocho mi padre me acercó a la fiesta. La niebla se estaba haciendo tan densa que, si te fijabas mucho, lo máximo que podías llegar a ver eran formas abstractas detrás de una cortina de humo blanco. Al llegar, vi que Nico no exageraba al decir que él y Carlos habían decorado la casa de miedo. De miedo en todos los sentidos que se os ocurran: se habían superado. No eran las típicas telarañas de tela de las tiendas de juguetes, ni las calabazas de plástico que se compran en los grandes almacenes, no, ni mucho menos. Todo era real, o al menos, digno de película. Si no fuera porque llevaba la linterna encendida, hubiera salido corriendo lo más lejos posible, pues también era escalofriante. Daba la sensación de que cada rincón del gigantesco jardín de los abuelos de Carlos estaba perfectamente decorado. Llamé a la puerta y fue un alivio que ningún fantasma me abriera, sino mi amiga Mónica.
— Hola. — Dijo, muy callada. Pasé al interior, donde esperaban Carlos y Nico. Los dos estaban sentados en el mullido sofá naranja, con las luces apagadas y una pequeña vela para alumbrar todo el salón que, no voy a mentir, era enorme.
— Se ha ido la luz. Mi padre la está intentando arreglar. — Murmuró Carlos.
Me decidí a romper el incómodo silencio que se había formado.
— ¿Por qué hacéis como si lo de ayer y lo del otro día no hubiera pasado? 
— Porque no puede haber pasado. — Respondió Carlos. Se negaba a aceptar que hubiese ocurrido. — Es imposible. El arco se incendió de repente… Y el frasco verde… No, no puede ser real.
— ¿Y entonces, qué ha sido? — Preguntó Nico, mirándonos a todos a los ojos, sereno. Esa era una pregunta que, sinceramente, no sabía como responder. Hasta entonces no me había parado a pensar lo estúpida e incoherente que sonaba la historia si la repasaba mentalmente. ¿Una calabaza que hablaba? Por favor… Aunque al recordar a Pump, volví a darme cuenta de que tenía que haber pasado de verdad. El recuerdo de la calabaza riéndose de sus propios "chistes" era demasiado realista como para ser un simple sueño, o lo que quiera que fuera eso. Mi cabeza estaba más confusa que nunca...
— No lo sé. Pero sería mucho más fácil olvidarnos de todo y ya está, ¿vale? No quiero preocuparme por algo que ni si quiera sabemos si es real… 
Intenté convencerme a mí misma. No era real. Punto. Además, seguro que yo era la única que creía en esas cosas...
— Carlos, a ti lo que te pasa es que te da miedo que haya pasado de verdad. 
La expresión de la cara de mi amigo cambió tantas veces en tan poco tiempo que no pude adivinar lo que realmente se pasaba por su cabeza.
— ¿Yo? ¿Miedo? Pf, venga ya, no lo dirás en serio… — Murmuró. Por el tono nervioso de su voz, comprendí que Nico había acertado aunque, por supuesto, el cabezota de Carlos no lo iba a aceptar.
— ¿Podemos ir a pedir caramelos? — Dijo Mónica sin venir a cuento. Tuve que aguantarme la risa; no era un momento muy apropiado para reírse. Nico y Carlos se miraban con resentimiento, y cuando fuimos a avisar a los padres del segundo de que íbamos a salir a la calle, el ambiente no era muy agradable.
Lo único que parecía haber mejorado era la niebla. Seguía siendo imposible ver si te ibas a comer o no una farola, pero ahora se distinguía el cielo, muy negro y oscuro para mi gusto. Cuando te movías muy deprisa, tenías la extraña sensación de que alguien con la voz áspera te susurrara al oído palabras sueltas, sin sentido aparente. Yo juraría que era la niebla. Ya pocas cosas podían sorprenderme de verdad.
Mónica y yo intentábamos animar un poco a los chicos, que no se hablaban. Una discusión tan pequeña e insignificante había hecho que se enfadaran de verdad, y que estuviésemos casi todo el tiempo callados no ayudaba a que las sombras siniestras de la calle se quitaran de mi cabeza.
Los vecinos eran especialmente generosos aquella noche. Una agradable ancianita nos dio dos bolsas enteras llenas de bombones, lo que hizo que la tensión entre Carlos y Nico disminuyera considerablemente. Lo que no haga el chocolate…
Ya bastante más tarde, llegamos a una casa de cuyo interior salían gritos que me sonaban bastante. 
— ¿E-eso no es alguien gritando? Puede ser peligroso... — Murmuró Carlos.
— Tío, es verdad que tienes miedo… — Dijo Mónica. Supongo que no tenía intención de molestar, pero hizo que Carlos y Nico se dieran empujones para ver cual de los dos llegaba primero al timbre. Tras unos minutos de espera, abrió la puerta un chico conocido.
— ¿José? — Preguntamos todos menos Carlos. Este nos explicó que era su vecino.
— Creo que tengo algo que es tuyo… — Me dijo. Entró en una de las habitaciones, y cuando salió, mi sorpresa no pudo ser mayor.
— ¡PUMP SÓLO ACEPTA ÓRDENES DE SU AMA! — Gritaba la calabaza, que se calló cuando me vio y rió de nuevo como una loca.
No tengo ni idea de por qué, pero me sentí muy contenta de ver al insoportable de Pump  y saber que era real. Había acabado cayéndome bien.
— ¿Cómo has…? — Preguntó Nico.
— Me ha despertado esta mañana. La tenía en la mesilla de noche, y ha estado dando la lata todo el día. No sé como mis padres no la han escuchado, y mucho menos por qué la tengo yo…
— ¿Ves? — Dijo Nico señalando a Carlos, muy satisfecho.— Sabía que era real. ¡Te lo dije! Sabía qu...
— ¡Quiero ver a Aleksandr! ¡Alek! ¡A-lek! ¡A-A-A-LEK-LEK-LEK! 
— ¡Para! ¡Para, Pump! — Grité para hacerme oír entre sus chillidos. — ¿Cómo quieres que encontremos a Aleksandr?
— ¿Encontrarle, dices? — Siguió riéndose con muchísimas ganas. — ¡No hace falta que lo encuentren!
Nos miramos, preocupados. Su forma de hablar nos daba mala espina.
— Y… ¿por qué, Pump?
— ¡Porque es él quien nos está buscando!
El repetido ruido de múltiples cristales rotos al otro lado de la calle nos hizo pegar un bote. Además, comenzaron a caer gotas de agua y se oyó un trueno a lo lejos.
— ¡Corred!
Nos escabullimos por el patio trasero, porque la puerta de la casa se cerró repentinamente con una racha de viento. Pump, que parecía estar encendido por dentro, alumbraba el camino, mientras yo usaba la linterna para buscar posible salidas. La lluvia se hacía más intensa.
— Tenemos que darnos pris…
Ahora fue un aullido el que nos asustó. Seguimos corriendo hasta llegar a un muro de piedra que nos impedía continuar.
— ¡No fastidies! ¿Desde cuando está esto aquí? — José le dio una patada fuerte al muro. Los aullidos se hicieron más fuertes, y se escucharon pasos cercanos. La luna llena no parecía blanca para nada, más bien naranja o roja. — ¡Hay que volver atrás!
Pero era demasiado tarde. Una silueta de animal se acercaba rugiendo a nosotros, seguida por al menos media docena de seres iguales a él. Ninguno se atrevía a hablar; hasta Pump parecía haber perdido el habla — parecía.
— ¡Woooooooo! ¡Raijus! ¡Pump no los veía desde su última visita a Japón!
No tenía ni idea de que era un "Raiju", pero supuse que, si a Pump le gustaban, no eran nada bueno. Cuando se acercaron más, los pude ver con claridad; enormes lobos blancos y azules que, cada vez que aullaban, hacían que un rayo cayera. O quizás, su aullido era un rayo…
Gruñían como perros enfadados, y su pelaje imitaba la mezcla del movimiento del fuego extendiéndose y de un trueno cayendo. Eran demasiado perfectos para ser animales y, al mismo tiempo, demasiado salvajes para ser seres inteligentes. Eran algo que nunca antes había visto.
El más grande dio unos cuantos pasos hacia nosotros y se abalanzó; nos tiramos a los lados justo en el último momento. Se estrelló contra la pared agrietándola, y cayó algo atontado al suelo. Definitivamente, no eran demasiado listos, pero si venían bien preparados. Las garras de otro de los Raijus se iluminaron con un tono azul eléctrico, y saltó hacía el lugar en el que José, Nico y yo estábamos escondidos. Nos bastó agacharnos para que no nos diera, pero, al parecer, ese no era su plan; sus zarpas impactaron en el enorme pino que teníamos a nuestras espaldas, y al primer contacto, se incendió. 
"Electricidad" pensé. Pero no pude pensar nada más, pues José me cogió del brazo para evitar que el árbol se me cayera encima. La llama se estaba extendiendo rápido, y nosotros estábamos rodeados por ella y por los lobos. No había salida. Yo lo sabía. Pero no podía rendirme, y mis amigos tampoco. Intentamos encontrar a Pump, que se había caído al suelo en uno de los ataques, y tras varios minutos esquivando Raijus y buscándolo, lo vimos. Nico lo cogió. En ese momento recordé que hacía rato que no veía a Carlos y Mónica; se habían quedado fuera del círculo de fuego.
— Dime, Pump — Soltó Nico, entre jadeos. — ¿Tienen estos bichos… alguna debilidad?
— ¡Oh, sí, por supuesto!
— ¿Cuál?
— No me acuerdo.
Me di con la mano en la frente, para después correr a la derecha, evitando así que un enorme lobo se me cayera encima.
— ¿Cómo puedes no acordarte ahora?
— ¡Era una broma! Pump es muy bromista…
— ¡Pero venga, dínoslo!
— ¡La luz solar no les gusta a los lobitos malos! ¡Y como la luna refleja la luz solar, sólo salen cuando está roja!
— ¿Y cuando se supone que está roja?
— ¡El día de la fiesta!
No entendí nada, sólo que, de alguna manera, había que conseguir dar con luz del sol a los monstruos. Lo que, por supuesto, era imposible. Hasta que apareció Dragomir, con el arco de su violín irradiando una luz tan fuerte que tuve que ponerme la mano en la cara para poder ver bien. Había salido del muro de piedra agrietado en el que al principio nos habíamos apoyado. Aleksandr apareció detrás suya, con una bola luminosa que te dejaba igual de ciego.
Los Raijus reaccionaron mal ante la luz. Lloraron como lloran los perros, y salieron corriendo en direcciones opuestas. El único problema ahora eran las llamas, que la lluvia se estaba encargando de apagar. Mis dos amigos y yo miramos a Dragomir y Aleksandr, esperando recibir una explicación a lo que acababa de suceder. Pero lo único que nos dijo el segundo fue:
— ¡Feliz Halloween! ¿Quién quiere caramelos?


;)


La cosa se va poniendo interesante... Podéis decirme que creéis que pasará en el próximo capítulo en los comentarios, a ver quién acierta :)
¡Por cierto! Como he tardado mucho en "actualizar" os voy a traer, además, un pequeño trabajo escolar. Trataba de pasar a cómic un fragmento de Fenris, el elfo, libro de Laura Gallego García, añadiéndole diálogos propios, diseñando los personajes... Lo pongo aquí, acompañado por el fragmento, por si a alguien le interesa:
Frunció el ceño al apreciar que la figura no era humana: los rasgos de su semblante eran demasiado delicados, sus ojos eran grandes y almendrados y sus orejas, que sobresalían entre los mechones cobrizos de su pelo, acababan en punta. A pesar de su aspecto salvaje y dasaliñado, no lucía ni sombra de barba. El extranjero se quitó la capa  y le cubrió con ella.
LAURA GALLEGO GARCÍA: Fenris, el elfo.

4 comentarios:

  1. Sólo faltan Harry Potter y "el que no puede ser nombrado" haciendo su aparición... Menudo aluvión de acontecimientos en un solo día. Yo creo que al final pasará que, tras la aparición de algunas otras criaturas fantásticas que persiguen a nuestros amigos, todo se aclarará: estaban rodando un thriller en el pueblo de al lado, y de repente ocurrió un robo en una joyería. Se paralizó el rodaje mientras la policía investigaba. Los actores y demás personal, aburridos, decidieron divertirse en este pueblo, de ahí las nieblas (artificial), disfraces, decorados y actores hasta arriba de marihuana. En realidad perseguían la calabaza porque las joyas estaban en su interior... ¡¡¡TACHÁAAAAN!!!

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    1. Dios xD deberías escribir un libro xD aunque en tu teoría no explicas como habla Pump (¡ahá!)
      Jajajaja, en serio, tu imaginación necesita plasmarse, dentro de unos años cogeremos ideas de tus comentarios y haremos una novela :)
      Saludos, y dile a tu hija que seguro que la nota le da para estudiar su biocarrera extraña (tengo que aprenderme el nombre de una vez xD) :D

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  2. "Las garras de otro de los Raijus se iluminó" concordancia "se iluminaron", jejeje.

    Muy interesante, viven el mismo día una y otra vez y no saben si lo sueñan o lo viven, porque no pueden creer que sea cierto... ¿lo he entendido mal?
    Y no me atrevo a adivinar nada, porque tu imaginación salta por cualquier grieta, hasta de los muros, jejeje :P
    muy bueno el capi, deseando leer más

    y lo de Fenris, guauuuu y lo digo con aullido de rayo, jejeje :)
    besotes!!!

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    1. Ahora cambio lo de "se iluminó", que de tanto releer lo que escribo se me pasan los fallos xD
      Exactamente, no saben si lo sueñan o lo viven, porque es un recuerdo que ven borroso, como cuando cuentas ovejas por la noche y al despertar no te acuerdas a cuantas has llegado.
      Saludos :D

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