lunes, 25 de junio de 2012

El hombre de los ojos verdes. Capítulo VI


¡Muy buenas! He aquí el sexto capítulo de El hombre de los ojos verdes. La cosa se va poniendo interesante... ¡Espero que os guste! :D
Por cierto, voy a intentar actualizar más a menudo. Pero no antes del jueves, que estamos en semifinales en la Eurocopa y no es como para perdérselo... ;)


_______________________capítulo seis_______________________
— Déjame que lo piense un instante… Han aparecido de la nada una pared de piedra en mi jardín, cerca de veinte lobos gigantes eléctricos y, después, vosotros. Y lo único que preguntáis es si queremos caramelos.
— Niño, no hagas caso a Aleksandr. Tenía muchas ganas de que fuera la fiesta y se está descontrolando un poco con tantas golosinas… — Dijo Dragomir, justo cuando Carlos y Mónica aparecieron. Retiró de la mano de Alek un montón de chucherías y las guardó en su bolsillo. 
— ¡Alek! Pump quiere hablar contigo. Pump necesita saber cuando van a venir sus hermanos, para cambiar de forma. Siendo una calabaza de Halloween, Pump no asusta a nadie…
— Pues, verás, Pump… las cosas se nos están complicando en Calegoría. Los monstruos del Este están alsando sus tropas. Ya sabes que tienen a los dessendientes de Saturno de su parte. Innokentiy está intentando detenerles, pero no lo consigue. Así que puede que canselen la fiesta.
— Dragomir. — Interrumpí, harta. — ¿Nos puedes explicar algo? Porque yo no entiendo nada.
Aleksandr dio un paso adelante y se aclaró la garganta para hablar. Su jefe chasqueó los dedos y una pequeña llama alumbró nuestra noche.
— Lo primero y más importante, es que nadie debe saber esto, a parte de los que estáis aquí. Nadie. Jamás contéis esto a ninguna persona, bajo ninguna circunstancia. ¿Entendido? — Todos dijeron que sí, menos yo, que me limité a tragar saliva y a asentir. — No existe la Filarmónica de Rusia. Cada vez que Dragomir y yo pasamos por un pueblo, hacemos que sus habitantes crean que sí, que somos una gran orquesta que ya ha tocado y va a hospedarse unos días más. ¿Preguntas, antes de que continúe?
— ¿Cómo hacéis que crean… esto, creamos eso?
— Muy fácil… Con esto. — Alek sacó de su gabardina unos mitones de cuero marrón y negro, de tacto rugoso y fuerte. Llegaba hasta la altura del codo, y estaban surcados por una especie de ballesta de tonos plateados, que parecía brillar bajo la luz de la luna. En su punta, había una pequeña cápsula en forma de esfera, también plateada, que luchaba por escapar de las cuerdas que la mantenían sujeta al arma. Su aspecto me recordaba a las películas de mitos del medievo, pero tenía un toque mecánico que la hacía parecer mágica. — He oído que vosotros usáis algo parecido, los fuegos artificiales.
— ¿Eso de la bola son fuegos artificiales?
— ¡No, no! — Rió el botones. — Cuando lo lanzamos, el aspecto es similar, pero el efecto es mucho mejor. Y además, es muy fácil de usar. El fuego mentiroso, así lo llamamos en Calegoría… Escribes en un papel lo que quieres que los humanos crean, lo trituras hasta que se convierta en polvo y lo metes en la esfera. Al lanzarlo al cielo con la ballesta, explota, como vuestros fuegos artificiales, y los restos que caen entran en la cabeza de las personas para que crean eso que hay escrito en el papel.
Nos quedamos con la boca abierta. Tenía que hacerme con un guante de esos la semana de los exámenes finales, para que el profesor creyese que ya había puesto el sobresaliente a toda la clase…
— Sigo con la historia. Llevamos haciendo esto desde hace justo un año. Hemos recorrido medio mundo usando el fuego mentiroso, hemos ido de pueblo en pueblo, hasta encontraros a vosotros. — Nos miramos, extrañados. — A ningún niño de este pueblo le ha hecho efecto el fuego mentiroso. Todos sabíais que había algo extraño detrás nuestra, ¿me equivoco? Y cuando tampoco os afectaron las hadas, supimos que erais los descendientes de Khrónos. 
— ¿Las hadas?¿Khrónos?
— ¿Es que solo sabéis preguntar? Sí, hadas. Pero no son hadas como os las describen en vuestros cuentos, con alas de mariposa y todas esas niñerías… Son más parecidas a vuestros murciélagos, y hay de muchos tipos. Las que usamos nosotros son hadas del sueño. Se posan en el cuello de las personas, clavan sus colmillos y las víctimas se duermen, olvidando todo lo que han vivido desde la última vez que despertaron. No os afectó la segunda parte... — Eso explicaba el pinchazo en el cuello, el dolor agudo, pero no el resto de dudas que iban a hacer que me explotara la cabeza. — Vosotros sois lo que nuestra civilización busca cada año. Calegoría, así se llama, y en ella vivimos nosotros, los calegores. Pero, como siempre suele ocurrir, no todos los calegores somos buenos… Corren malos tiempos, chicos. Los "malos", que se retiraron al Este tras su última derrota, han vuelto, porque han encontrado lo que buscaban; el pueblo descendiente de el peor calegor que podáis imaginar; Saturno. Cientos de chicos, de la otra punta del mundo, que han heredado las tradiciones que Saturno tenía. Van a atacarnos dentro de poco, junto con los monstruos y calegores del Este, y va a haber una guerra, chicos. La peor guerraa desde que Khrónos y Saturno se enfrentaron. Pero en esta ocasión, ellos nos llevaban ventaja; tenían el pueblo heredero, tan fuerte como el mismo Saturno. Si no encontrábamos al pueblo heredero de Khrónos, no tendríamos posibilidades de ganar, no sería una batalla justa.
— ¿Y dónde se supone que acaba esta historia?
— Más importante, ¿qué tiene que ver con nosotros? — Preguntó Nico.
— Mucho. Porque, al igual que hubo un malo malísimo, había un bueno que se encargó de acabar con él. Khrónos. Y vuestro pueblo, vuestra generación, hace lo mismo que hacía Khrónos. Hemos intentado explicároslo a todos tres veces…
— Las tres veces que hemos vivido el 31 de octubre… — Dije yo repentinamente. Los hilos se entrelazaban, las piezas encajaban. Ya no me parecían una maraña de sucesos extraños sin explicación. Todo estaba relacionado…r
— Exacto. Pero los del Este nos lo han impedido. La primera vez, enviaron a uno de los suyos para que se hiciera pasar por Dragomir.
— ¿Así que el hombre que nos intentó atacar en el despacho no eras tú?
— No. — Respondió Dragomir. — Lo sierto es que yo estaba allí, y utilisé las hadas del sueño para que no os pudiera hacer más daño. Lo que no sé es como se las arreglo para que volviera a empesar el día. Siempre nos han estado pisando los talones, atacando las siudades en las que estábamos, pero nunca se lo habían tomado tan en serio. Por eso dimos por sentado que erais los herederos y querían acabar con vosotros.
— Pero aquel hombre…
— Dirás calegor.
— Sí, eso… — Dije yo. — Era igual que tú.
— Es mi hermano. Mi hermano gemelo.— Lo dijo dolido, como si eso supusiera una deshonra y fuera vergonzoso. — Discrepamos desde pequeños en que era lo bueno y que era lo malo. Cada uno acabó en uno de los bandos…
Nos quedamos callados. Alek prosiguió.
— El segundo día acompañé a Dragomir, para asegurarnos de que todo fuera bien. Pero tomé unos cuantos caramelos y… Bueno, ya me entendéis.
— La verdad es que no.
— Los dulces hacen que pierda un poco el control, ¿vale? Es como cuando uno de los vuestros bebe demasiado… — Nos reímos a carcajadas. Los calegores se emborrachaban con chucherías… — Para cuando me di cuenta, ya habían entrado dos del Este. Tiraron las canastas e hicieron que explotaran las luces. Planeaban atrapar a los chavales, y fue suerte que fueran al vuestro en primer lugar, ya que nosotros estábamos allí... Uno de ellos retuvo a Dragomir y él se vio obligado a sacar el violín.
Si hubiera escuchado esa frase una semana antes, me hubiera reído mucho. Pero ahora sabía que el violín de Dragomir era un arma letal casi indestructible que se podía prender en cualquier momento. Y que estaba muy bien afinada, por cierto.
— Cuando logramos escapar, os intentamos llevar a todos a Calegoría, porque aún no sabíamos cual era la generación heredera. Pero nos volvieron a encontrar y tuvimos que usar las hadas. Hoy han enviado los Raijus para entreteneros. Habéis tenido suerte de que hayamos llegado a tiempo...
— Has dicho que nos intentareis llevar a Calegoría. ¿Se puede ir desde nuestro colegio?
— Se puede ir a Calegoría desde cualquier lugar. Es más, este muro… — Le dio tres golpes con la mano y se abrió. — Es una puerta a Calegoría. Aparecen en los lugares apropiados en los momentos adecuados. Son maravillosas. Y ahora, si me lo permitís, bajaremos a Calegoría. Un grupo de calegores vendrán a por el resto.
Entramos en el muro, que se cerró detrás de Carlos, el último en pasar. A pesar de que Dragomir llevaba su arco, yo mi linterna y José a Pump, era difícil vislumbrar nada entre la oscuridad. A ninguno de los calegores parecía importarle eso, y yo empecé a pensar.
¿Habríamos cometido una locura? Era verdad que las explicaciones de Alek y Dragomir habían resuelto muchas de nuestras dudas, pero no todas. ¿Por qué había tanta niebla?¿Dónde estaba Calegoría?¿Cómo conseguía Dragomir controlar el fuego a su antojo? Además, eran completos desconocidos.
Sin embargo, mi intuición me decía que sí, que era lo correcto. Seguro que en Calegoría nos esperaba gente que depositaba en nosotros todas sus esperanzas. Nosotros. Chicos de entre doce y quince años, que no éramos capaz de saltar el potro en Educación Física. ¿Cómo íbamos a ser capaces de detener todo un ejército…?
En menos de veinte minutos, Alek nos paró frente a lo que, desde mi punto de vista, era una pared de piedra como todas las demás. Pero, con tres golpes, se abrió, y pudimos, de lejos, observar un bello cielo nocturno. Una vez atravesamos la puerta, puedo asegurar que quedé más asombrada que con lo Raijus, el violín y la historia juntos.
— ¡Humanos…! — Gritó Alek. — ¡…bienvenidos a Calegoría!

martes, 19 de junio de 2012

El hombre de los ojos verdes. Capítulo V

¡Buenas tardes! Para mí, ya han comenzado oficialmente las vacaciones de verano (¡sí!), y como ya tengo tiempo libre y hace bastante que no subo ningún capítulo de El hombre de los ojos verdes, aquí va el quinto, que es casi el doble de largo que los demás.


_______________________capítulo cinco_______________________
Despertarme esa mañana, ver la niebla por la ventana y sentir el extraño dolor en el cuello eran ya casi una rutina. El 31 de octubre se me estaba haciendo demasiado repetitivo; era la tercera vez que vivía el día, y sí, estaba completamente segura de que no había sido un sueño. La idea se confirmó algo más tarde, cuando al entrar al colegio las canastas de baloncesto estaban tiradas por los suelos.
Nadie habló demasiado durante las seis largas horas escolares; parecían ocupados intentando dar en su cabeza una explicación lógica a los sucesos de los dos días anteriores. Aunque en realidad, no eran anteriores, sino el mismo día. Pero ya lo habíamos vivido… En fin, sigo sin tener muy claro ese tema. El caso es que no ocurrió nada interesante hasta por la tarde.
A eso de las ocho mi padre me acercó a la fiesta. La niebla se estaba haciendo tan densa que, si te fijabas mucho, lo máximo que podías llegar a ver eran formas abstractas detrás de una cortina de humo blanco. Al llegar, vi que Nico no exageraba al decir que él y Carlos habían decorado la casa de miedo. De miedo en todos los sentidos que se os ocurran: se habían superado. No eran las típicas telarañas de tela de las tiendas de juguetes, ni las calabazas de plástico que se compran en los grandes almacenes, no, ni mucho menos. Todo era real, o al menos, digno de película. Si no fuera porque llevaba la linterna encendida, hubiera salido corriendo lo más lejos posible, pues también era escalofriante. Daba la sensación de que cada rincón del gigantesco jardín de los abuelos de Carlos estaba perfectamente decorado. Llamé a la puerta y fue un alivio que ningún fantasma me abriera, sino mi amiga Mónica.
— Hola. — Dijo, muy callada. Pasé al interior, donde esperaban Carlos y Nico. Los dos estaban sentados en el mullido sofá naranja, con las luces apagadas y una pequeña vela para alumbrar todo el salón que, no voy a mentir, era enorme.
— Se ha ido la luz. Mi padre la está intentando arreglar. — Murmuró Carlos.
Me decidí a romper el incómodo silencio que se había formado.
— ¿Por qué hacéis como si lo de ayer y lo del otro día no hubiera pasado? 
— Porque no puede haber pasado. — Respondió Carlos. Se negaba a aceptar que hubiese ocurrido. — Es imposible. El arco se incendió de repente… Y el frasco verde… No, no puede ser real.
— ¿Y entonces, qué ha sido? — Preguntó Nico, mirándonos a todos a los ojos, sereno. Esa era una pregunta que, sinceramente, no sabía como responder. Hasta entonces no me había parado a pensar lo estúpida e incoherente que sonaba la historia si la repasaba mentalmente. ¿Una calabaza que hablaba? Por favor… Aunque al recordar a Pump, volví a darme cuenta de que tenía que haber pasado de verdad. El recuerdo de la calabaza riéndose de sus propios "chistes" era demasiado realista como para ser un simple sueño, o lo que quiera que fuera eso. Mi cabeza estaba más confusa que nunca...
— No lo sé. Pero sería mucho más fácil olvidarnos de todo y ya está, ¿vale? No quiero preocuparme por algo que ni si quiera sabemos si es real… 
Intenté convencerme a mí misma. No era real. Punto. Además, seguro que yo era la única que creía en esas cosas...
— Carlos, a ti lo que te pasa es que te da miedo que haya pasado de verdad. 
La expresión de la cara de mi amigo cambió tantas veces en tan poco tiempo que no pude adivinar lo que realmente se pasaba por su cabeza.
— ¿Yo? ¿Miedo? Pf, venga ya, no lo dirás en serio… — Murmuró. Por el tono nervioso de su voz, comprendí que Nico había acertado aunque, por supuesto, el cabezota de Carlos no lo iba a aceptar.
— ¿Podemos ir a pedir caramelos? — Dijo Mónica sin venir a cuento. Tuve que aguantarme la risa; no era un momento muy apropiado para reírse. Nico y Carlos se miraban con resentimiento, y cuando fuimos a avisar a los padres del segundo de que íbamos a salir a la calle, el ambiente no era muy agradable.
Lo único que parecía haber mejorado era la niebla. Seguía siendo imposible ver si te ibas a comer o no una farola, pero ahora se distinguía el cielo, muy negro y oscuro para mi gusto. Cuando te movías muy deprisa, tenías la extraña sensación de que alguien con la voz áspera te susurrara al oído palabras sueltas, sin sentido aparente. Yo juraría que era la niebla. Ya pocas cosas podían sorprenderme de verdad.
Mónica y yo intentábamos animar un poco a los chicos, que no se hablaban. Una discusión tan pequeña e insignificante había hecho que se enfadaran de verdad, y que estuviésemos casi todo el tiempo callados no ayudaba a que las sombras siniestras de la calle se quitaran de mi cabeza.
Los vecinos eran especialmente generosos aquella noche. Una agradable ancianita nos dio dos bolsas enteras llenas de bombones, lo que hizo que la tensión entre Carlos y Nico disminuyera considerablemente. Lo que no haga el chocolate…
Ya bastante más tarde, llegamos a una casa de cuyo interior salían gritos que me sonaban bastante. 
— ¿E-eso no es alguien gritando? Puede ser peligroso... — Murmuró Carlos.
— Tío, es verdad que tienes miedo… — Dijo Mónica. Supongo que no tenía intención de molestar, pero hizo que Carlos y Nico se dieran empujones para ver cual de los dos llegaba primero al timbre. Tras unos minutos de espera, abrió la puerta un chico conocido.
— ¿José? — Preguntamos todos menos Carlos. Este nos explicó que era su vecino.
— Creo que tengo algo que es tuyo… — Me dijo. Entró en una de las habitaciones, y cuando salió, mi sorpresa no pudo ser mayor.
— ¡PUMP SÓLO ACEPTA ÓRDENES DE SU AMA! — Gritaba la calabaza, que se calló cuando me vio y rió de nuevo como una loca.
No tengo ni idea de por qué, pero me sentí muy contenta de ver al insoportable de Pump  y saber que era real. Había acabado cayéndome bien.
— ¿Cómo has…? — Preguntó Nico.
— Me ha despertado esta mañana. La tenía en la mesilla de noche, y ha estado dando la lata todo el día. No sé como mis padres no la han escuchado, y mucho menos por qué la tengo yo…
— ¿Ves? — Dijo Nico señalando a Carlos, muy satisfecho.— Sabía que era real. ¡Te lo dije! Sabía qu...
— ¡Quiero ver a Aleksandr! ¡Alek! ¡A-lek! ¡A-A-A-LEK-LEK-LEK! 
— ¡Para! ¡Para, Pump! — Grité para hacerme oír entre sus chillidos. — ¿Cómo quieres que encontremos a Aleksandr?
— ¿Encontrarle, dices? — Siguió riéndose con muchísimas ganas. — ¡No hace falta que lo encuentren!
Nos miramos, preocupados. Su forma de hablar nos daba mala espina.
— Y… ¿por qué, Pump?
— ¡Porque es él quien nos está buscando!
El repetido ruido de múltiples cristales rotos al otro lado de la calle nos hizo pegar un bote. Además, comenzaron a caer gotas de agua y se oyó un trueno a lo lejos.
— ¡Corred!
Nos escabullimos por el patio trasero, porque la puerta de la casa se cerró repentinamente con una racha de viento. Pump, que parecía estar encendido por dentro, alumbraba el camino, mientras yo usaba la linterna para buscar posible salidas. La lluvia se hacía más intensa.
— Tenemos que darnos pris…
Ahora fue un aullido el que nos asustó. Seguimos corriendo hasta llegar a un muro de piedra que nos impedía continuar.
— ¡No fastidies! ¿Desde cuando está esto aquí? — José le dio una patada fuerte al muro. Los aullidos se hicieron más fuertes, y se escucharon pasos cercanos. La luna llena no parecía blanca para nada, más bien naranja o roja. — ¡Hay que volver atrás!
Pero era demasiado tarde. Una silueta de animal se acercaba rugiendo a nosotros, seguida por al menos media docena de seres iguales a él. Ninguno se atrevía a hablar; hasta Pump parecía haber perdido el habla — parecía.
— ¡Woooooooo! ¡Raijus! ¡Pump no los veía desde su última visita a Japón!
No tenía ni idea de que era un "Raiju", pero supuse que, si a Pump le gustaban, no eran nada bueno. Cuando se acercaron más, los pude ver con claridad; enormes lobos blancos y azules que, cada vez que aullaban, hacían que un rayo cayera. O quizás, su aullido era un rayo…
Gruñían como perros enfadados, y su pelaje imitaba la mezcla del movimiento del fuego extendiéndose y de un trueno cayendo. Eran demasiado perfectos para ser animales y, al mismo tiempo, demasiado salvajes para ser seres inteligentes. Eran algo que nunca antes había visto.
El más grande dio unos cuantos pasos hacia nosotros y se abalanzó; nos tiramos a los lados justo en el último momento. Se estrelló contra la pared agrietándola, y cayó algo atontado al suelo. Definitivamente, no eran demasiado listos, pero si venían bien preparados. Las garras de otro de los Raijus se iluminaron con un tono azul eléctrico, y saltó hacía el lugar en el que José, Nico y yo estábamos escondidos. Nos bastó agacharnos para que no nos diera, pero, al parecer, ese no era su plan; sus zarpas impactaron en el enorme pino que teníamos a nuestras espaldas, y al primer contacto, se incendió. 
"Electricidad" pensé. Pero no pude pensar nada más, pues José me cogió del brazo para evitar que el árbol se me cayera encima. La llama se estaba extendiendo rápido, y nosotros estábamos rodeados por ella y por los lobos. No había salida. Yo lo sabía. Pero no podía rendirme, y mis amigos tampoco. Intentamos encontrar a Pump, que se había caído al suelo en uno de los ataques, y tras varios minutos esquivando Raijus y buscándolo, lo vimos. Nico lo cogió. En ese momento recordé que hacía rato que no veía a Carlos y Mónica; se habían quedado fuera del círculo de fuego.
— Dime, Pump — Soltó Nico, entre jadeos. — ¿Tienen estos bichos… alguna debilidad?
— ¡Oh, sí, por supuesto!
— ¿Cuál?
— No me acuerdo.
Me di con la mano en la frente, para después correr a la derecha, evitando así que un enorme lobo se me cayera encima.
— ¿Cómo puedes no acordarte ahora?
— ¡Era una broma! Pump es muy bromista…
— ¡Pero venga, dínoslo!
— ¡La luz solar no les gusta a los lobitos malos! ¡Y como la luna refleja la luz solar, sólo salen cuando está roja!
— ¿Y cuando se supone que está roja?
— ¡El día de la fiesta!
No entendí nada, sólo que, de alguna manera, había que conseguir dar con luz del sol a los monstruos. Lo que, por supuesto, era imposible. Hasta que apareció Dragomir, con el arco de su violín irradiando una luz tan fuerte que tuve que ponerme la mano en la cara para poder ver bien. Había salido del muro de piedra agrietado en el que al principio nos habíamos apoyado. Aleksandr apareció detrás suya, con una bola luminosa que te dejaba igual de ciego.
Los Raijus reaccionaron mal ante la luz. Lloraron como lloran los perros, y salieron corriendo en direcciones opuestas. El único problema ahora eran las llamas, que la lluvia se estaba encargando de apagar. Mis dos amigos y yo miramos a Dragomir y Aleksandr, esperando recibir una explicación a lo que acababa de suceder. Pero lo único que nos dijo el segundo fue:
— ¡Feliz Halloween! ¿Quién quiere caramelos?


;)


La cosa se va poniendo interesante... Podéis decirme que creéis que pasará en el próximo capítulo en los comentarios, a ver quién acierta :)
¡Por cierto! Como he tardado mucho en "actualizar" os voy a traer, además, un pequeño trabajo escolar. Trataba de pasar a cómic un fragmento de Fenris, el elfo, libro de Laura Gallego García, añadiéndole diálogos propios, diseñando los personajes... Lo pongo aquí, acompañado por el fragmento, por si a alguien le interesa:
Frunció el ceño al apreciar que la figura no era humana: los rasgos de su semblante eran demasiado delicados, sus ojos eran grandes y almendrados y sus orejas, que sobresalían entre los mechones cobrizos de su pelo, acababan en punta. A pesar de su aspecto salvaje y dasaliñado, no lucía ni sombra de barba. El extranjero se quitó la capa  y le cubrió con ella.
LAURA GALLEGO GARCÍA: Fenris, el elfo.

viernes, 15 de junio de 2012

Que buena suerte tenemos...

¡Muy buenas tardes! Estoy muy contenta por dos cosas; es viernes, y apenas queda un día de clases, lo que viene a significar ¡verano y tiempo libre! Aún sigo con finales, y me temo que hasta el martes no continuaré con el próximo capítulo de El hombre de los ojos verdes, pero traigo una buena noticia :)
¿Recordáis el concurso de Menudo Castillo, La guerra de los Niños? Pues bien, ¡he sido premiada en la categoría B! :D
Hay que decir que creo que éramos solo dos participantes y hemos sido las dos premiadas, pero aún así no os podéis imaginar la de botes que he pegado cuando me he enterado... :)
El cuento, titulado Que buena suerte tenemos, en un principio se iba a Llamar ¿Y tú, que prefieres?, pero me gustaba más la idea de que fuera el lector el que se hiciera esa pregunta a sí mismo, y algunas otras que tendréis que descubrir leyéndolo, si hacéis click en Qué buena suerte tenemos...
Se me ocurrió la idea hace mucho, porque este año en mi colegio han hecho hincapié en el pueblo saharaui y en los niños soldado, así que pensando como debían vivir el día a día los chavales se me ocurrió toda la historia.
¿Os ha gustado? ¡Decídmelo en los comentarios! ;)

domingo, 10 de junio de 2012

La leyenda del Patio de los Leones.

¡Muy buenas! Hace un par de semanas fue la entrega de premios del concurso literario "Las Palabras Escondidas", y como he estado (y estoy) de exámenes hasta las cejas, no he podido poner nada por aquí. Esta vez no ha habido suerte, pero me gustaría felicitar a los seis premiados, Álvaro García Recio, Andrea García, César Menéndez Martínez, Jhoel Marquina, Mireya Gómez y Laura García. ¡Estoy segura de que sus relatos son muy buenos! :D
Aprovechando que ya ha terminado el concurso, puedo publicar el relato corto. Lo escribí como una redacción en clase, ya que debíamos hacer una que tuviera algo que ver con la Alhambra, pues la visitamos a mediados de curso. Espero que os guste. Se titula La Leyenda del Patio de los Leones.

La fuente del Patio de los Leones brillaba con especial intensidad aquella tarde de primavera. Cada uno de los doce felinos parecía emanar un halo de luz blanquecina que despertaba en cualquier persona que pisara aquel suelo una sensación de intriga, admiración y misterio al mismo tiempo. Se respiraban calma y tranquilidad en todas las esquinas, una calma que llegaba a parecer irreal.
El silencio fue roto por un eco de pasos y murmullos, que inundó la sala poco a poco, hasta que por una de las puertas se vio asomar la pequeña cabeza de uno de los veintisiete alumnos de primaria que estaban de visita guiada por la Alhambra. Ese primer niño se llamaba Iván, y le encantaban las leyendas. Por eso, cada vez que llegaba a alguno de esos hermosos palacios, patios o pasillos, contaba a sus compañeros todo lo que sabía sobre las historias que llenaban de magia la ciudad palatina, ganándose una reprimenda de su profesor, pues apenas dejaba hablar a la guía.
- ¿Sabéis qué cuentan sobre el Palacio de los Leones? - Preguntó esta, haciéndose oír entre la pequeña multitud. Iván levantó la mano y saltó repetidas veces para hacerse ver entre sus compañeros.
- Dice una leyenda que a una princesa que se llamaba Zaira la engañó un hombre muy malo, que después de matar a sus padres, se hizo pasar por el rey. Cuando Zaira se hizo mayor, se enteró del truco, y con el talismán que conservaba de su madre, que tenía un maleficio, convirtió al rey y a sus once hombres en leones de piedra. 
Al terminar su historia, observó orgulloso la admiración de sus amigos, a los que la historia les había parecido fascinante.
- Te has informado muy bien, Iván. - Sonrió la guía. - Hasta hace poco, se creía que no era más que una leyenda, pero por las noches, a partir de las ocho, hay algunos guardias de seguridad que afirman oír voces que proceden de aquí, del Patio de los Leones…
- ¿Y qué dicen esas voces? - Preguntaron varios niños a coro, Iván entre ellos. La guía pensó rápidamente en algo que pudiera llamarles la atención, cautivar a esos chavales que no tenían más de ocho años.
- Pues… Dicen que el maleficio se ha roto, que los doce hombres se han despertado… y buscan venganza.
Contenta con su invención, la guía los invitó a pasar a la siguiente estancia. Iván miró su reloj. Las ocho y cuarto… Un escalofrío le recorrió el cuerpo. "Tranquilo." Se dijo, "No es más que una leyenda…"
A Iván, justo antes de cerrar la puerta, le pareció ver claramente como el mejor esculpido de los leones le guiñaba el ojo.

;)

Me temo que el capítulo quinto de El hombre de los ojos verdes va a tardar un poco en llegar, debido a que, como ya he dicho, estoy muy liada con los exámenes finales. Esperad un poco más... :)

jueves, 7 de junio de 2012

El hombre de los ojos verdes. Capítulo IV

Y... ¡chan-chan-chan! Llega el capítulo cuatro. Cuando creas que lo vas entendiendo, te surgirán cientos de dudas más... ¡Espero que os guste! ;)

_______________________capítulo cuatro_______________________
A mi cabeza le costaba encontrar una explicación lógica que lograse explicar por qué la calabaza se reía. Mi primera reacción, llamadla reflejos o, si queréis, instinto de supervivencia, fue tirarla lo más lejos posible, lo que empeoró las cosas. La verdura cayó ente los pequeños de primaria, que gritaron como locos al verla y se dispersaron en direcciones contrarias. Aleksandr se acercó corriendo, la cogió y vino hacia mí.
 - ¿Por qué tratas así al pobre Pump?¡Pump no ha hecho nada!¡Pobre, pobre Pump! - Dijo una voz procedente de la mano del botones. No podía creer que fuera la calabaza la que hablaba, y menos aún que tuviera dos diminutos ojitos, una boca y hasta dos orificios nasales, y no estaban tallados.
- Guárdalo bien. Es algo molesto, pero muy divertido. - Aleksandr le acarició la cabeza, me lo dio y se fue. Yo seguía andando sin saber muy bien si acababa de hablarme una verdura.
Al fin llegamos al vestuario de las chicas, en el que no cabíamos ni un cuarto de los presentes. Dragomir se aproximó a una de los duchas. Cuando le íbamos a decir que era justo la que no funcionaba, giró el grifo como si de una taquilla se tratase; combinaba movimientos a la izquierda y a la derecha y pegaba la oreja a la pared.
Sonó un click detrás del muro y, para sorpresa de todos los alumnos, se abrió un pasadizo de piedra. Dragomir frotó el arco del violín contra su mano y se prendió como una cerilla. Primero el tal Pump, después al pasadizo y el arco que se incendia. ¿Qué sería lo siguiente?, me preguntaba bajando las estrechas escaleras de caracol, que se iban ensanchando cuanto más descendíamos. Nosotros, que íbamos de los primeros, podíamos orientarnos gracias al arco-antorcha, pero no quería ni imaginarme como andarían los pequeños de tres y cuatro años, sin ningún tipo de luz…
Choqué con Nico por segunda vez esa mañana cuando se paró de golpe. Mirando al frente, pude atisbar la lama del arco de Dracomir iluminando una enorme plazoleta circular de piedra. Una voz conocida vibró en mi mano.
- ¡Bu! - Dijo Pump. ¿Quién hubiera pensado que una calabaza podría asustarme tanto?
- ¿Qué quieres? - Intenté parecer lo más seria posible, pero hablarle a una verdura no es demasiado normal, que se diga.
- ¿Qué quieres tú? 
- Saber por qué Dragomir nos trae a este sitio.
- ¡Pump lo sabe! ¡Pump lo sabe! - Y comenzó a reírse de nuevo. Esperé a que parase para que me lo contara. - Tú eres la dueña de Pump. Pero antes, el dueño de Pump era el señor Aleksandr. Y antes de eso, el amo de Pump era el señor Dragomir. Y el señor Dragomir le contó a Pump el secreto.
- ¿Qué secreto? - Preguntó José, el chico de tercero, que como algunos otros estaba escuchando la conversación.
- Pues el secreto de la Filtramónica de Suria, ¿cuál va a ser?
- ¿Filtra qué?
- ¡Pero qué tonto es Pump! - Hizo ademán de golpearse la frente con la palma de la mano, pero recordé que no tenía ninguna de las dos cosas. - Aquí no se llama así, ¿no? Pump debió informarse antes de…
- ¿Quieres dejar de dar rodeos y contarnos ya lo que sea que nos tienes que contar? - Bufó Nico.
- ¡Pump no tiene obligación de contar nada!¡Lo hace porque quiere! - Resopló la verdura. - ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Aquí se llama Filarmónica de Rusia, ¿verdad? ¡Pues verás cuando escuchéis el secreto!¡Pump se parte de risa con él! - Empezó a reírse de nuevo. Si no fuera por el conjunto de extraños sucesos que en menos de tres horas me habían sucedido aquel treinta y uno de octubre, lo hubiera encontrado gracioso. - Si buscáis en el folleto del tour de la Filarmónica, veréis los sitios por los que ya ha pasado, ¿sí? Pues, si os informáis sobre cualquiera de esos lugares, veréis que a todos les han pasado cosas maravillosamente horribles… - Se carcajeó otra vez, pero a mi me entró miedo, más que por el secreto, por la manera en la que Pump lo había contado.
- Pump… eh… ¿a qué te refieres con lo de maravillosamente horribles?
- ¿Quieres que Pump te lo cuente? - Sus ojos brillaron, como los de un niño pequeño cuando ven un juguete nuevo. - ¡A Pump le encantan esas historias! Por ejemplo, en Jandarax, ¿a que no adivináis que apareció la noche del concierto? - Negamos, intrigados. - ¡Media docena de hombres lobo! ¡Y eso que ni había luna llena! ¡Hacía años que no se los veía por la comarca, y contagiaron a todo el pueblo! Ahora, saldrán más a menudo. ¿Y qué me dicen de Almalhorce, la ciudad vecina a Jandarax? ¿Es que nadie se ha enterado de la visita que hicieron los hermanos mayores de Pump? ¡Calabazas gigantes con raíces antiadherentes! ¡Cucurbitas hechas y derechas, se dieron una vuelta por el paseo marítimo y ahora nadie sale de sus casas! - Paró para respirar, si es que se podía decir que respiraba, y siguió riéndose. Yo no entendí a que venía lo de as raíces antiadherentes, pero me asusté. ¿Y si esa era la verdadera razón por la que estábamos en esos pasadizos? Comencé a imaginar diferentes posibilidades; una especie maldición sobre Dragomir, que hace que ocurran desastres allá donde va. A lo mejor, sobre la superficie en aquel momento había vampiros y brujas acabando con nuestras calles…
La poca lógica que me quedaba, que tras ver a una calabaza parlante no es mucha, intentó sacarme la idea de la cabeza. ¿Monstruos? Por favor. Son historias para niños… Pero, cuando más lo pensaba, más posible me parecía. Me fijé en Aleksandr y su jefe; piel finísima, que casi dejaba ver los huesos, excesivamente blanca, translúcida… Algo impedía que los miraras a los ojos, pues cada vez que lo intentaba, desviaba la mirada de inmediato. El comportamiento extraño de Aleksandr también sugería algo… ¿Y si ellos tampoco eran humanos?
Con esta duda y muchas otras, el arco de Dragomir se apagó, oí gritos, algo me golpeó en el cuello, en el mismo lugar que en el sueño…
Y desperté otra vez en mi cama.


:O


¿Qué? ¿Os ha sorprendido el final del capítulo? ¿Os gusta Pump? ¿Os da miedo? Decídmelo todo en los comentarios, cualquier sugerencia, crítica constructiva o saludo (?) se agradece :)
Por cierto, ahora, debajo de mi perfil, podéis ver un apartado en el que pone Historias, y más abajo, El hombre de los ojos verdes. Si pincháis en El hombre de los ojos verdes, os aparecerán todos lo capítulos en orden inverso a la publicación, esto es, que el primer capítulo será el último que se vea y viceversa. Esto lo hago para organizar las historias (porque no va a ser la única...) y que os sea más fácil releer los capítulos, si alguna vez queréis, en una tarde de aburrimiento ;)

martes, 5 de junio de 2012

Más críticas.

Buenas tardes :)
Pues creo que no tiene mucha más explicación, sólo son dos críticas más de pacopeco.
En esta ocasión, son de los libros Molly Moon viaja a través del tiempo y Óyeme con los ojos (pinchad en los títulos para ver las "críticas").
El primero, de la británica Georgia Byng, no me gustó demasiado. Era confuso, algo mareante (y no lo digo solo por la portada). A lo mejor es que, al ser una saga, no me enteré bien de la trama, pues era el segundo libro y yo no he leído el primero. Igualmente, acaba enganchándote.
Óyeme con los ojos me encantó; te hace meterte en la piel de un niño sordo y ves lo que tienen que pasar las personas discapacitadas día a día. Os lo recomiendo.
¡Saludos! ;)

viernes, 1 de junio de 2012

El hombre de los ojos verdes. Capítulo III


Buenas tardes :) Hace ya cinco días que no me pasaba por aquí a dejar nada nuevo. Los profesores aprietan mucho, es final de curso y hay muchos exámenes. Pero como hoy es viernes... Traigo el tercer capítulo de El hombre de los ojos verdes, que es el doble de largo que los anteriores. Espero que os guste :)

_______________________capítulo tres_______________________


Me quedé de piedra, casi literalmente, porque tardé bastante en enterarme de lo que me decía don Txomin.
- ¿Qué ocurre?
Negué con la cabeza, pero supongo que mi mirada perdida hizo que dudara lo que le decía. Mis compañeros parecían tan incrédulos como yo, y comencé a preguntarme si de verdad no había sido más que un sueño.
- A ver, chicos. Durante está última semana, la Filarmónica de Rusia ha estado dando conciertos en la ciudad. Pues bien, el concertino Dragomir Gabor ha accedido a venir a clase hoy a hablados de su trabajo. ¿No es maravilloso?
En otra ocasión, el entusiasmo infantil de don Txomin me hubiera hecho reír, pero seguía algo aturdida: tenía que ordenar mis ideas. Si la Filarmónica de Rusia había venido a a ciudad, probablemente habría salido en el telediario. Me estrujé la cabeza intentando recordarlo; sí, Dragomir había tenido un primer plano. A lo mejor, inconscientemente se me había quedado en la cabeza y soñé con él. Demasiadas coincidencias, pero aún así podía ser una posibilidad tranquilizadora…
"Un momento" pensé. En la televisión, Dracomir tenía los ojos grises. Estaba segura. Intenté mirárselos para comprobarlo, y justo antes de encontrarme con su mirada, un ruido muy fuerte hizo que todos pegáramos un bote. Don Txomin fue corriendo a ver que pasaba antes de que pudiéramos hacer nada, y nos quedamos solos con Dragomir. Yo noté que alguien me tocaba el hombro.
- ¿Qué pasa? - Le pregunté a Mónica.
- No me tomes por loca, pero… Me parece que ayer, en una pesadilla que tuve, salía este tipo.
Escalofríos por toda la espalda.
- También estuvo en la mía.
- ¿Tenía un sótano en su despacho, lleno de…?
- Frascos. Uno verde fluorescente.
Esa pequeña conversación bastó para que entendíéramos que no podía haber sido una coincidencia.
Un pitido hizo que tuviéramos que taparnos los oídos con las manos. Las bombillas saltaron, y los trozos de cristal cayeron en el suelo. Las luces de emergencia apenas eran visibles con la niebla. La densa y surrealista niebla que estaba por todas partes. Alguien, quizás un profesor, gritó que cogiéramos las mochilas y saliéramos en fila india pegados a la derecha, en orden.
Salimos corriendo, dándonos empujones y gritando como idiotas. Por las escaleras, el buen humor volvió cuando la profesora de Educación Física, haciendo gala de sus cualidades deportivas, intentó bajarlas corriendo de espaldas. Se cayó rodando e intentó levantarse y hacer como si nada. Estuvimos riéndonos durante quince minutos.
A pesar de que no vimos absolutamente nada, por el recorrido que hicimos, estábamos seguros de que nos habían llevado al polideportivo cubierto que había en la parte baja del patio. Cuando todos los alumnos entraron, cerraron la puerta rápidamente para que no entrara la niebla.
No voy a mentir; se estaba fatal allí dentro. Había cerca de setecientos niños y el cuerpo del profesorado, intentando calmar a los más pequeños. Aún no sabíamos por qué estábamos allí, ni que había sido ese ruido tan fuerte que había sonado minutos antes.
El director, un hombre excesivamente bajito con bigote, intentó hacerse ver entre la multitud. Un chaval de tercero de secundaria lo cogió en brazos para hacer la gracia. Eso hizo que todos nos calláramos.
- ¡Atención! ¡Atención! Formad quince filas, cada una de treinta personas como mucho. José, puedes bajarme si quieres.
El chico lo puso en el suelo, acompañado por las risas de alumnos y maestros. Se subió en el potro para que todos lo vieran.
- Cada quince alumnos se situará un profesor. Nos dirigiremos a...
Comenzamos a preguntar en voz alta, interrumpiendo al director. Saltó para llamar la atención.
- ¡Silenciooo!¡Silencio, por favor! Han habido seísmos suaves durante toda la mañana, pero el último ha hecho que las canastas de baloncesto cayeran al suelo.
Eso explicaba el ruido, pero no todo lo demás.
- Pero no hemos sentido los terremotos. - Dijo una chica.
- Eso será que no os habéis fijado. - No parecía una razón muy convincente, pero no había otra.
- ¿Y por qué han saltado las bombillas?
- Eso será que… 
- ¿Y por qué hay tanta niebla?
- ¡Muy bien, basta de preguntas! No lo sé todo, ¿vale? - Gritó impotente. Nunca entenderé como llegó a se director.
Cuando estábamos a punto de ponernos en orden, dieron un golpe a la puerta de acero. El sonido metálico hizo que se me nublara la vista, y no fui la única.
Otro golpe, esta vez más fuerte. El tercero hizo una abolladura en la puerta. Cuando una niña se acercó a verla, se llevó las manos a la boca.
- ¡Un violín! - La abolladura tenía forma de violín...
El séptimo golpe abrió la puerta de par en par. El cielo estaba negro, y la niebla cubrió la escuálida figura por completo. Como por arte de magia, las puertas se cerraron, y la persona que estaba camuflada entre la neblina avanzó a pasos lentos. La gente formó un pasillo cuando pasó al lado. La niebla subió al techo de repente.
- ¡Feliz Halloween, niños!
Gritamos de miedo, pues la voz no procedía de la figura que aún no nos había dado tiempo a identificar, sino de la ya cerrada puerta.
- ¡Tú! - Grité.
El hombre vestido de botones se me acercó dando saltitos.
- ¡Feliz, feliz, felicísimo Halloween! - Me dio un abrazo y metió una cosa en mi mochila. Siguió andando hasta el centro del gimnasio, mientras mis compañeros de clase decían tonterías sobre él. - ¡Jefe, vamos a la fiesta!
Su jefe, que también era el desconocido de la niebla, resultó ser Dragomir.
- Silensio, Aleksandr. - Dijo, con un marcado acento ruso. - Seguidme.
Nadie le hizo caso. El director se puso a su vera para replicarle, lo que quedaba algo ridículo, pues Dragomir llegaba al metro ochenta.
- No sé quién es usted, pero no tiene l...
- ¡Cállese! ¡Usted es incapasitado parra dirigir este sentro!- Gritó. Intenté fijarme en sus ojos, pero un trueno hizo que desviara la mirada. - Ahora, todos detrás mía.
Nos pusimos en fila, algo asustados. Di por hecho que Nico, Carlos y el resto de alumnos del colegio habían tenido un sueño igual o parecido, por los comentarios que la gente hacía. Me hubiera gustado saber el por qué de tantas casualidades, y lo de la pesadilla me preocupó de verdad.
Cuando ya casi estábamos en el vestuario de las chicas - no me preguntéis, ni idea de por qué nos llevó allí - recordé que el tal Aleksandr me había metido algo en la mochila. La abrí lentamente, y lo que encontré me hizo perder el equilibrio.
Una pequeña calabaza tallada, que olía a recién cortada.
Que aún tenía tierra en el tallo.
Que se reía como una maníaca.

;)

¿Qué tal?¿Os ha gustado?¿Cambiaríais algo? Decídmelo en los comentarios :)
Por cierto, os recomiendo entrar en Menudo Castillo. Es un blog que habla de todo lo relacionado con la literatura infantil y juvenil, organiza concursos y mucho más. Escuchad también sus programas de radio, seguro que, si os gusta la lectura, os encantan.
He participado en uno de los concursos de Menudo Castillo"La guerra de los niños". Leed las bases, el domingo termina el plazo.
¡Saludos!