domingo, 25 de noviembre de 2012

Pisadas en la luna



Cuando Luis se despertó aquel día, tuvo la sensación de que a partir de entonces todo iba a ser distinto. Llegó al colegio cinco minutos antes de lo que solía hacerlo siempre; era el primer día, y quería causar buena impresión a su nuevo tutor. Sus compañeros del año anterior le saludaban con la mano, y bostezaban y se frotaban los ojos, porque tenían mucho sueño. Luis buscó a sus amigos entre la multitud de alumnos que correteaban de un lado para otro. Los encontró a todos sentados en el suelo, formando un círculo en cuyo interior destacaba un niño rubio que no había visto nunca antes.
— Se llama Douglas. — había dicho Jorge. — Es de Inglaterra, y habla inglés mejor que el profesor.
Al principio, Luis no se lo creyó, porque Inglaterra estaba muy lejos, y el profesor era la persona que mejor hablaba inglés del mundo. Pero después lo escuchó hablar, y resultó que era verdad, ¡verdad de la buena! Los chicos le preguntaron si en Inglaterra había buenos profesores de inglés, y Douglas no respondió. Germán lo repitió, por si no se había enterado, pero él siguió sin decir nada. ¡Vaya maleducado!, pensó Luis. Y lo mismo pensaron sus amigos, porque todos se fueron a la fila sin decirle nada a Douglas, y eso que nunca lo hacían antes de que tocara el timbre.
Ese mismo día, conocieron en clase a su nuevo tutor, Damián. Era muy bueno y divertido, pero cojeaba. Leyó de una lista los nombres de todos los compañeros y, después, les preguntó qué querían ser de mayores. Germán quería ser futbolista; Jorge, cocinero. Cristian, otro de sus amigos, dijo que quería ser profesor, pero a Luis le pareció que sólo lo decía por hacerle la pelota a Damián. Cuando llegó el turno de Douglas, el tutor le hizo la pregunta en inglés, y el niño también respondió en inglés. El último fue Luis, y se puso muy nervioso, porque no sabía qué quería ser de mayor; le gustaban muchas cosas. Damián le dijo que no pasaba nada, porque él antes de ser profesor, había tenido muchos oficios. Contó que al principio había sido caballero. Cuando pasaron unos años, se cansó de matar dragones y salvar princesas, porque los caballeros tenían que seguir muchas reglas, y se hizo pirata. Surcó los siete mares junto con su tripulación, un loro y una pata de palo. En uno de sus viajes se hizo amigo de un mago alquimista. Este le enseñó un poco de su magia, y a Damián le gustó tanto que decidió hacerse su aprendiz. Compró una varita y, poco a poco, se hizo un experto en la preparación de pociones, convirtió a su loro en un fiel lobo que le acompañó en todos sus viajes, y aprendió el secreto de la transformación del plomo en oro. Cuando intentó arreglar su pata de palo, el hechizo le salió mal, y por eso cojeaba. Así que se hizo médico para intentar arreglar del todo su pierna. Tras eso, fue cantante, futbolista, otra vez pirata, juglar, investigador, guerrero…
Cuando el timbre volvió a sonar, señalando el comienzo del recreo, Luis se sorprendió al ver que no le apetecía salir a jugar. Quería seguir escuchando las historias de Damián, al igual que sus amigos. En el recreo todos comentaron las increíbles aventuras del tutor. 
— Yo creo que se lo ha inventado. No se puede ser mago y después guerrero. Los magos y los guerreros se llevan muy mal. — razonó Cristian.
— ¿Entonces cómo es que cojea?
— No sé, a lo mejor se cayó de unas escaleras...
— Yo creo que es verdad, porque los caballeros nunca mienten; va contra las normas de caballería.
— Pero si dejó de ser caballero, ahora puede mentir...
Así pasaron los días Luis y su pandilla. Clase tras clase, Damián conseguía que todos los alumnos estuvieran embobados con sus explicaciones. Una vez les explicó que la letra q había luchado fieramente en una batalla contra la letra e y la letra i. Al final, la u se había encargado de unirlas para que se llevasen mejor, y que para que sus palabras no se pelearan, debían escribir siempre que y qui con la u en medio. Al final del curso, ningún alumno había sacado malas notas, ni si quiera Douglas, que nunca hablaba en español. Luis acababa de enterarse que en Inglaterra no se hablaba español, sino inglés. ¡Qué cosa más rara!, pensó el chico. 
El último día de clase, todos se despidieron de Damián con mucha pena, y le dieron un fuerte abrazo, porque el año que viene ya no sería su tutor. Esperaban, igualmente, encontrarlo por los pasillos y que siguiera contado sus maravillosas historias. Pero no fue así. Al año siguiente, Damián ya no estaba en el colegio.  A todos les sentó fatal, pero les gustaba pensar en los miles de posibles trabajos que podría tener Damián a partir de entonces.
Pasó mucho tiempo hasta que los chicos volvieron a ver a su antiguo tutor.
Era un día muy caluroso, hasta para ser junio. Luis se preparaba para su graduación; al año siguiente iría a bachiller. Se ajustó la corbata y salió a toda prisa hasta llegar a su colegio. Su familia ya estaba sentada en el Salón de Actos, esperando a que todo comenzara. Luis salió al patio del colegio a tomar un poco de aire y a refrescarse. Allí encontró a sus amigos, sentados en el suelo de la misma manera que el día que conoció a Damián. Jorge, Germán, Cristian, Rafa y Douglas, que se había convertido en su mejor amigo. Ahora hablaba un español casi perfecto, pero seguía soltando expresiones inglesas de vez en cuando. Se levantó y le chocó la mano.
— ¿Nervioso?
— Un poco.
Los demás entraron en el Salón. Los dos amigos, que estaban algo más nostálgicos, miraron el patio que durante tantos años habían considerado suyo. De repente, una silueta asomó su cabeza por entre los árboles. Llegó cojeando hasta los chicos y les dio un fuerte abrazo.
— ¡Pero qué grandes estáis!La última vez que os vi erais dos retacos pequeñines. Seguro que ya tenéis hasta novia, ¿eh?
Luis estaba asombrado. Damián estaba completamente igual que la última vez que lo vieron. Incluso llevaba la misma ropa.
— ¡Qué de tiempo, profesor!
— Sí. En clase se echan se menos sus historias.
— Era mucho más divertido cuando se inventaba todas esas cosas…
Y estuvieron hablando mucho, muchísimo tiempo. Damián dijo que durante esos años había sido astronauta, y Doug y Luis rieron con ganas.
Al cabo de un rato, los altavoces anunciaron que en diez minutos empezaría la graduación.
— ¿Viene dentro a verla? — preguntó Douglas.
— No, no. No permiten entrar a los animales, y he traído a mi mascota.
— Pues entonces, luego nos vemos.
— No, tampoco. Tengo que irme ahora mismo, al veterinario. Es que visto los carteles de graduación y he entrado a echar un vistazo.
— Vaya…
Luis y Douglas se despidieron de Damián, pero él, antes de irse, quería hacerle al primero una pregunta:
— Y, ¿sabes ya qué quieres ser de mayor?
— Ya soy mayor, señor. — los tres rieron. — No, señor... la verdad es que me gustaría poder contar historias como las suyas.
— Hm. Ya veo. Escritor. Te gustaría escribir aventuras que fueran conocidas en todo el mundo.
— Sí. Algo de eso. Pero...
— ¿Pero qué?
— No sé, profesor. Que es imposible que yo llegue a tanto.
The sky is the limit. — dijo Douglas, poniendo una mano sobre el hombro de Luis.
Don't tell me the sky's the limit when there are footprints on the moon. — rectificó Damián, con un acento incluso mejor que el de Douglas. — Tú sé perseverante. Inténtalo de verdad. A mi me costó bastante aprender a convertir el plomo en oro…
Los chicos rieron, se despidieron y fueron como una bala al Salón de Actos, deseando contar a todos lo que les había pasado. Al mismo tiempo, Damián llegó cojeando al matojo del que había salido. Acarició a su lobo, sacó su varita del bolsillo, recitó unas palabras mágicas y desapareció.

¡Super notición (o puede que no tanto...)!

Lo primero que tengo que decir es que...



El "eslogan" del blog...




¡...cambia! Bueno, vale, se que no es para tanto. Supongo que la mayoría ni si quiera sabéis que el blog tiene un eslogan. Pero a mi me hace ilu (?)



Hasta ahora, bajo el banner del blog se podía leer:

Tengo doce años. Me gusta escribir. Y espero que a ti te guste leer lo que escribo :)

Pero ahora va a decir...


Tengo trece años. Me gusta escribir. Y espero que a ti te guste leer lo que escribo :)

¡Exacto! Tengo un año más... Lo que significa que llevo leyendo, escribiendo, imaginando y escuchando historias un año más :) Y los que me quedan...

Y también quería decir otras tres cosas:

Cosa nº 1: Ya no soy participante del I Certamen Llibrete. 
El tema de esta semana eran los líos amorosos, que no son mi fuerte, y con la de historias pastelosas de vampiros y demonios que tan de moda están últimamente le estoy cogiendo un poco de tirria a este género (o subgénero, o lo que sea. Me gusta el amor pero en su justa medida, ni mucho ni muy poco). 
No me llegaba la inspiración. Entre eso y que este año tengo exámenes todos los días de la semana excepto uno (no exagero), estábamos a mitad de la semana siguiente y no me había dado tiempo a empezarlo, así que el organizador me ha expulsado. 
La idea en sí del proyecto era y es genial, pero últimamente no me gustaba demasiado como iba la cosa. La gente abandonaba (yo misma iba a abandonar por falta de tiempo en la gala anterior, pero el organizador me pidió por favor que no me fuera) cuando estaban nominados, y al organizador le sentaba fatal. 
Es normal que te pongas triste si alguien abandona un proyecto que tu mismo has creado desde cero, y también es verdad que al enviar el primer relato al concurso te comprometes a participar semana tras semana.
A mi lo que más me impulsaba a participar en este certamen era escribir sobre temas nuevos y que jueces con experiencia me ayudaran a mejorar
Desde mi punto de vista, a la hora de escribir no hay mayor recompensa que oír de boca de alguien que tus escritos le han gustado, le han emocionado o le han hecho reír (incluso si dice que le han disgustado, porque eso significa que al menos se lo ha leído). La cosa es que aunque te guste algo, te gusta tener algo a cambio por hacerlo (p.ej. a un pintor le gusta pintar, pero también le gusta ganar dinero pintando), y si yo a cambio de escribir un relato semanal, con el esfuerzo y trabajo que eso conlleva, lo que me gano son dos pequeñas críticas (que igualmente me han ayudado a mejorar, gracias a las juezas Dori Valero y Mar Olmedo :)), pues no me motivo, y si no me motivo, no escribo bien. 
Aún así he conocido muy buenos escritores y ha sido una experiencia maravillosa. Seguiré mirando semana tras semana y deseo mucha suerte a todos los participantes y al organizador por su gran idea, porque de verdad que es muy innovador y se podría llegar a convertir en algo realmente grande :)

Cosa nº 2: Voy a empezar a escribir reseñas. 
Me doy cuenta de que cada vez me gusta más dar mi opinión a la gente sobre los libros que leo. Y como en mi casa ya se hartan un poco de que de tanto la lata con que el escritor tal mi ídolo Rick Riordan es un fenómeno, que si el libro cuál es muy guay, que si que gracioso es esto, que si que bonito es lo otro...
En definitiva, que si me leo un libro, sea nuevo o viejo, y me apetece daros mi opinión, os diré lo que me ha parecido. A ver si os gusta mi manera de "reseñar"... :)

Cosa nº 3: Concurso de Menudo Castillo. 
¿Recordáis el concurso de Menudo Castillo en el que participé hace un tiempo? ¡¡Me han dicho que he ganado!! Soy feliz :D Cuando escuché su programa de radio (que es muy bueno, por cierto, escuchadlo todos los martes en directo a las 18:00 desde el blog) y dijeron mi nombre empecé a dar botes de alegría, y cuando llegó el e-mail confirmándolo estaba medio hiperactiva :D
El viernes me llegaron los libros (el premio) y vi que los enviaron el 19 de noviembre, mi cumpleeee :')
En fin, que estoy muy contenta, y en el próximo post os voy a poner el relato, que se titula Pisadas en la luna, y es el relato que más me gusta de todos los que he escrito...

domingo, 11 de noviembre de 2012

¡Saludiños!

¡Buenas! Ya hace más de un mes que no me paso por aquí, pero como veo que por más que me disculpo no logro "formalizarme", voy a pasar directamente a la acción.
Durante este período de tiempo, ¡el I Certamen Llibrete ya va por su Gala 4! A mi me hace mucha ilusión que este proyecto siga adelante, porque al escribir sobre temas a los que no estas acostumbrado practicas bastante. Los consejos de las juezas se agradecen mucho, al menos en mi caso, ya que lo ven todo de manera objetiva y te dicen fallos y maneras de mejorar. Os recomiendo a todos que lo sigáis de cerca, lo leáis todas las semanas y votéis al texto que más os guste. Para ver tooooda la información del Certamen, entrad aquí: http://llibrete.jimdo.com.
Os pongo aquí tres textos que he enviado. El primero trata sobre la ira, uno de los pecados capitales. El segundo es de ciencia ficción, o al menos era un intento de ello que salió rana jeje. El último es una experiencia personal. ¡Espero que os gusten!


Todo por venganza.

Los músculos de Mark se pusieron en tensión. Se levantó, agarrando con fuerza su lanza, y echó a correr tras el desconocido, que reía como un loco.
No pensó que bajo aquella capucha podía estar cualquiera. No pensó que, al irse de la tienda, dejaba a todos sus compañeros desprotegidos, durmiendo. No pensó que podía ser una trampa. No pensó. Simplemente corrió todo lo rápido que sus piernas se lo permitieron.

— Te toca a hacer la guardia. — oyó decir a Kim.
Mark se despertó y asintió con desgana. Recogió del suelo su lanza y salió de la tienda, malhumorado. 
Esa noche había tenido de nuevo la misma pesadilla que le atormentaba desde hacía años. Aunque conocía el final, se sintió sobrecogido al revivir de nuevo la horrible escena. El encapuchado cogía el arco del suelo, lanzaba la flecha y atravesaba el corazón de su padre, que caía al suelo, muerto. 
Al principio sintió miedo. Después, una oleada de ira lo levantó del suelo, una sensación que noche tras noche se hacía más violenta. Su deseo de venganza seguía creciendo.
— La venganza no es buena, ¿sabes? Te ciega.
Se giró, sorprendido. Era imposible que nadie supiera lo del encapuchado. Nunca lo había dicho en voz alta. ¿Murmuraría en sueños? ¿Babearía? No, por favor. No delante de sus compañeros. Sería estúpidamente ridículo.
— ¿De qué hablas?
— Cada vez estás más agresivo, más distante… Como si estuvieras planeando una venganza.
— ¿Y qué si es verdad?
— Que la ira no trae nada bueno. Ahora te puede parecer la mejor opción, pero… — Mark tenía el ceño fruncido…. — Ni sabes lo que es la ira, ¿verdad? La ira es el deseo de venganza, y…
— Déjame en paz, ¿quieres?
El chico salió de la tienda, dejando a Kim con la palabra en la boca.
Pasaron varias horas, en las que estuvo con la mirada perdida en el horizonte, pensando inconscientemente en qué haría si alguna vez se encontraba con aquel encapuchado que mató a su padre. Ni se le pasó por la cabeza el daño que pudiera haber causado a Kim, la que alguna vez había sido su mejor amiga.

Al cabo de un rato, el extraño dejó de correr. Mark aprovechó para saltar sobre él y aprisionarlo contra el suelo. Su lanza se transformó en un arco y un carcaj. El tipo merecía morir como su padre. 
Lo distrajo el sonido de unos gritos. Giró la cabeza y vio el campamento en llamas. Ardiendo. Todo había sido un truco. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
El encapuchado huyó. Mark escuchó, por encima de las demás voces, la de Kim. Había dicho la verdad. La ira sólo le había traído cosas malas. No iba a quedarse mirando como sus amigos morían por un error suyo. Entró al fuego, decidido, y nunca nadie supo si ese fue o no el final de su historia.

(Este segundo no tiene título, si se os ocurre alguno, me encantan las sugerencias!) :)

— Anda abuelo, cállate que no me interesa. — rechista Leo. Está de mal humor, pensando en sus cosas. La reunión familiar se le está haciendo larga. Sus padres están trabajando, sus amigos de viaje y sus tíos de vacaciones. Va a tener que quedarse con sus abuelos paternos todo un fin de semana. Tras pasar horas rebuscando entre las numerosas habitaciones de la nave, revolviendo cajones y armarios, Leo se ha dado por vencido y está seguro de que no hay nada entretenido que no tenga más de treinta años de antigüedad. La prehistórica máquina de hologramas que ha encontrado en el dormitorio de invitados ni si quiera funciona correctamente. Por si fuera poco, ahora su abuelo no deja de contarle sus batallitas.
— Hijo, escúchame aunque sean cinco minutos. Cuando yo tenía quince años me encantaba ir al aeroskate park. Mis colegas y yo hacíamos unos trucos flipantes...
— Abuelo, por favor, nadie habla así. — murmura el chico entre dientes. — Y los aerodeslizadores son cosas de críos. Ahora lo que se llevan son los airollers.
— Seguro que son el mismo rollo, pero si de verdad no te gustan, podemos hablar de otra cosa. ¿Cuál es tu serie de televisión preferida?
Leo ríe con ganas y mira a su abuelo con aire burlón.
— Sí, claro. Televisión. Y después uso un ordenador, si te parece.
— ¿Pero… qué problema hay? — pregunta el abuelo, extrañado.
— Que la televisión tridimensional es de viejos. Ni si quiera puedes oler lo que ves. Está pasada de moda. Y el ordenador ya ni te cuento… 
— Pues mi bisabuelo veía la televisión en dos dimensiones. — Leo frunce el ceño, incrédulo y enfadado. — Y en blanco y negro.
— Vale, esa si que es buena. Sólo dos colores. No te lo crees ni tú. — dice, cortante. No conoce nada más que su presente, lo que para nosotros es el futuro. No va a clase; cuando necesita saber algo, se pone una inyección y se ahorra el estudio. Como la asignatura de historia es lo que menos le interesa, no tiene ni la menor idea de cualquier cosa que tenga más de veinte años. Tampoco sabe lo que es la comida de verdad, pues se limita a las pastillas de nutrientes de sabor artificial. Aunque el conocimiento tecnológico ha aumentado notablemente, es triste como las personas saben más de la vida de una máquina que de las suyas propias.
— Es verdad, y además...
— ¿Quieres dejarlo ya? Lo digo en serio. No me interesa lo más mínimo.
El abuelo relaja los músculos, cierra fuertemente los ojos, suspira con tristeza. Se levanta de su asiento y sin ni si quiera mirar atrás, murmura:
— Además, cuando yo tenía quince años, trataba mejor a mi abuelo.
Se va de la habitación, dejando a Leo con una sensación desconocida en la barriga, que le hace querer hundirse en la tierra, ahogarse en el espacio y caerse a un abismo, antes que tener que aguantar con el castigo silencioso de su abuelo.

La Caja de los Recuerdos

Abrí la polvorienta caja de madera y no pude evitar que por mis labios correteara una sonrisa. 
Dios, mi madre tenía razón. Lo guardaba todo. Pero es que todo objeto tiene una historia. Y soy partícipe de que todas las historias deben ser contadas. 
En la caja (que yo había nombrado "Caja de los Recuerdos") estaban guardados objetos que parecían normales. Pero para mí encerraban un montón de secretos. Me encantaba cogerlos y mirarlos hasta lograr recordar por qué los había guardado. Vi en una cajita transparente muchos papelitos con palabras emborronadas, mensajes pasados en clase que decían cosas importantes en su momento. Reconocí al instante la tarjeta plastificada de dragones que tantas veces había llevado colgada al cuello. El marcador de aquel libro que me prestaron y me inspiró para comenzar un relato corto, que también andaría escondido en la algarabía de historias que formaban la Caja. Vislumbré en la esquina mi anillo fluorescente; si lo dejabas un rato expuesto a la luz, adquiría un brillo fantasmagórico alucinante. Cuando estiré el brazo para alcanzarlo, toqué el lomo de un grueso cuaderno.
Lo sostuve entre mis dedos para después girarlo con cautela. Abrí lentamente la tapa y me encontré con un rótulo de colores escrito con letras desiguales: "Agencia de detectives" seguido por un gran borrón grisáceo, prueba de que había sido escrito y borrado en repetidas ocasiones. Pasé la página y observé que lo que más destacaba eran dos palabras en la esquina izquierda: "Caso uno". El resto de las letras se superponían una encima de otra, y los dibujos parecían no tener sentido. Ni un hueco. Había una flecha, un pájaro blanco…
Espera, espera. ¿Una flecha?
Me fijé en la flecha. Tal y como pensaba, no era una flecha. Era una rama de olivo.
Me golpeé la frente con la palma de la mano y sonreí. Recordaba con nitidez esa semana de tercero de primaria.
Los trabajos para el día de la paz habían sido casi todos aceptables, teniendo en cuenta que estábamos hablando de niños de nueve o diez años. Sin embargo, había uno que destacaba. La gran paloma blanca de yeso que las chicas habían hecho era muy graciosa. Algo deforme, eso sí, pero tenía su gracia. Al final de la clase, el pico de la paloma apareció en el suelo, lo que significaba que alguien lo había roto.
¡Menudo lío se formó! Todos querían saber el nombre del culpable. Así que recorrimos todo el recreo preguntando a unos y otros hasta dar con él; Miguel confesó que se había chocado con ella sin querer. Y el ánimo se nos subió por las nubes. Lo apuntamos todo y nos preparamos para nuestro siguiente caso, un caso que nunca ocurrió.
Sonreí de nuevo. Cerré la caja, pero no guardé la libreta. No sé por qué, pero ese recuerdo me había tocado la fibra sensible. Pasé de página y puse en grandes letras "Caso dos".
Habían pasado seis años. Pero dicen que la esperanza es lo último que se pierde, ¿no?


;)


sábado, 6 de octubre de 2012

Concurso de cuentos infantiles Menudo Castillo

¡Hola!
Simplemente vengo a decir que voy a participar en el concurso de cuentos infantiles que organiza Menudo Castillo (os recomiendo que entréis en la web y escuchéis el programa, si os gusta la literatura infantil y juvenil). Las bases son estas. En cuanto digan quien ha ganado, publicare el cuento en el blog.

PD: Os recuerdo que participé en el II Certamen de relatos breves “Yo, deportista” IAD 2012. El plazó acabó hace poco así que voy a estar atenta, a ver cuando anuncian el fallo...
¡Saludos!

viernes, 5 de octubre de 2012

¡Estoy dentro!

¡Muy buenas! 
Perdonadme, perdonadme, perdonadme. Más de un mes sin ni si quiera saludar. Y encima, durante todo este mes de octubre, estoy celebrando el primer aniversario de El hombre de los ojos verdes.
Y pensar que ya ha pasado todo un año desde que escribí ese brevísimo relato para Halloween... Por entonces había imaginado una posible continuación, pero nunca había pensado en llegar a hacer una especie de novela-chungaleta-corta...
En fin, que lo que venía a decir es que este mes intentaré subir algún texto que de miedillo, acabar el próximo capítulo de El hombre de los ojos verdes que ya no me acuerdo ni yo de por dónde lo dejamos... y subiré dibujos. Sí, dibujos. Sé que es un blog de escritura. Pero son dibujos de El hombre de los ojos verdes. Una especie de compensación que no llega a compensar ni mucho menos que haya estado un mes entero sin mirar el blog malditos deberes y maldita pereza.

Más cosas que contar.
¿Recordáis el I Certamen Llibrete? (Si no lo recordáis, no está ni dos posts más abajo, creo. Y si no tenéis ganas de mover el ratón, haced click en la palabra esternocleidomastoideo)
Pues bien,
¡me han seleccionado para participar!
Que ahora mismo estoy haciendo el baile de la felicidad...

En cuanto empiece, vais a tener relatitos semanales, ¡así que voy a estar más activa! o eso espero
¡Saludos!

lunes, 3 de septiembre de 2012

El Viajero Inesperado.


El viajero se sentó en la arena, a los pies de la duna. Los caballos habían salido corriendo hacía varios días, cuando aquellos bereberes intentaron asaltarle y acabaron con la vida de su compañero. Observó, impotente, cómo su carruaje era consumido por las llamas, y con él todos los recursos que tenía para poder subsistir el resto del trayecto.
Sin los víveres, estaba sólo a merced del desierto, lo que para él, un inexperto domador de equinos, era sinónimo de muerte próxima. Desechó toda esperanza que pudiera quedarle y se dejó caer bajo el sol abrasador. La tristeza recorría sus venas, y lo único que lograba mantenerlo vivo era el recuerdo de su familia. Ajeno a la causa de sus dolores, sólo esperaba que su hora llegase pronto.
El tiempo pasaba, y el viajero no sentía ni hambre, ni sed, ni calor. Justo al contrario; una sensación desconocida invadía su cuerpo y lo hacía sentirse cada vez más fuerte. Se levantó de un salto, cuando el sol empezaba a ponerse, y se puso en marcha. Avanzó sin rumbo durante horas, siguiendo los pasos que su corazón le dictaba. Ya entrada la noche, por increíble que parezca, logró ver en el horizonte luces que indicaban que la aldea estaba cerca. Se hospedó en una vieja posada y, al día siguiente, no había aldeano que no conociera la historia de El Viajero Inesperado, que con la ayuda del Espíritu del Desierto lo cruzó de este a oeste en un sólo día.
Muchos nativos aseguraban que era el Espíritu el que guió al viajero. Otros pensaban que despertó de un sueño profundo cerca de la aldea y lo contó a todos sin saber muy bien si era real o no. Pero la verdad es que no hubo ni pizca de magia que le ayudara a atravesar el extenso desierto. Fueron la perseverancia y los buenos recuerdos los que lo impulsaron a seguir adelante, para poder ver, al menos una vez más, a todos a los que quería.
Murió días después, enfermo debido a una fiebre muy alta. Y abandonó el mundo sin pena, sin dolor y sin remordimientos, porque sabía que había hecho todo lo posible y que su hazaña haría que los suyos estuvieran orgullosos de él.

jueves, 23 de agosto de 2012

I Certamen Llibrete

¡Muy buenas a todos! Como sigo con un poco de cargo de conciencia por haber tardado tanto en actualizar, os traigo otra cosilla, nada más y nada menos que un concurso literario.

I Certamen Llibrete
¿Qué es esto? Pues bien, es un concurso de microrrelatos semanales de un máximo de 400 palabras. A primera vista puede parecer un certamen bastante normal. Pero no lo es. 
La idea es bastante interesante, y cuando la he leído entera, ha captado toda mi atención, pues no sé vosotros, pero yo nunca he visto nada parecido. ¿A qué me refiero con esto? Según palabras textuales:

«Habrá una serie de concursantes, que cada semana irán escribiendo sobre un tema que se dirá cada semana, al final de la semana un jurado valorará cada relato uno a uno, dando una opinión. Las dos personas que tengan los relatos que menos hayan gustado, serán nominadas, con lo cual los visitantes de la Web, tendrán que salvar a uno de los dos nominados. Al cabo de una semana, el que menos votos tenga, será expulsado, mientras que el salvado seguirá en el concurso.»

Simplemente me ha encantado. Es una gran idea, ya sea para escribir sobre temas a los que no estamos acostumbrados (es uno distinto cada semana), para mejorar o simplemente para divertirnos.
Yo ya he enviado mi primer texto. ¡No dudéis en apuntaros haciendo click aquí! 
Y también podéis visitar el blog del organizador haciendo click aquí.

;)

El hombre de los ojos verdes. Capítulo IX.



¡Perdonadme!¡De verdad que lo siento! Mañana hace un mes que no postro nada. He estado veinte días en casa de mías abuelos, un lugar que es para mí como el paraíso de las vacaciones. Ha sido un no parar: piscina, piscina, piscina, un día a la playa, otro al cine y más piscina. 
A los pocos que me seguís os tengo abandonaditos, pero no voy a dar a mi pereza la satisfacción de que este blog caiga en el olvido. No señor. Así que intentad disfrutar con el noveno capítulo de El hombre de los ojos verdes que, por cierto, llevaba escrito desde el 23 de julio. ¡Leed y decidme lo que opináis! Me encantan las críticas constructivas ;)


_______________________capítulo nueve_______________________

El tallo de Pump clavado en mi espalda era una imagen horrible, hasta para estar representada en una pintoresca vidriera. ¿Por qué el tallo de Pump?¿Qué tenía él que ver con todo esto? Cada vez había más preguntas sin respuesta.
— Pump no dejará que le arranquen el tallo. Pump prefiere conservar sus partes vitales, gracias. — farfulló la calabaza, ofendida. — ¡Pump no es un Jack'o'lantern del tres al cuarto! Puede que el aspecto actual de Pump no asuste, pero a la hora de la fiesta, ¡Pump dará miedo de verdad!
— Vale, vale. Te creemos. Pero ten cuidado, por si acaso.
— ¿¡POR SI ACASO!?
Y Pump no dejó de chillar durante el resto del camino, lo que entorpeció un poco nuestro intento de pasar desapercibidos.
Mónica tenía que convencer al resto de chavales que acababan de llegar de nuestra ciudad de que participar en la guerra no era una buena idea. José tenía que conseguir sacarle a Inno la localización exacta del ejército de Saturno. Carlos iba a buscar la vidriera de la primera traición para compararla con la nuestra; quizás el traidor estaba colocado en el mismo lugar en ambas. Y a Nico y a mí nos tocaba la parte chunga de la misión. Nada más y nada menos que entrar en la Armería Real y robar unas cuantas cosas.
— Eso os pasa por haberlo echado a suertes. — afirmó Pump, algo más calmado. — La próxima vez, elegís la parte fácil y ya está.
La Armería Real estaba en la plata superior, protegida por media docena de guardias armados hasta las cejas. Una vez llegamos, Nico, Pump y yo tuvimos claro lo que había que hacer.
— ¿Preparado?
— ¡Pump siempre lo está! — respondió. Lo lanzamos a la habitación más cercana, una vieja cocina que ahora se utilizaba como almacén. La luz era muy débil, procedente de un diminuto candelabro que producía sombras macabras. Perfecto. 
A nuestra señal, Pump se encendió, y su sombra lo hizo parecer siete veces más grande de lo que realmente era. Daba bastante miedo; sus dientes, ojos y nariz estaban tan bien tallados que por un momento creí que era un monstruo gigante de verdad. Los guardias desviaron la mirada de las escaleras a la vieja cocina, confundidos y algo asustados.
— ¿Dónde te escondes, Inno, Inno, Inno…?¿Dónde estás, pequeño rey…? — murmuró Pump. No sé cómo lo hizo, pero modificó su voz hasta que se convirtió en una tétrica serie de lamentos y quejidos. 
— ¿Quién hay ahí?¡Da la cara! — gritó uno de los guardias, levantando un extraño artefacto similar a un arco que debía ser letal. Pump sólo rió.
— ¿Debo tener miedo de un simple calegor como tú?¿Yo, Pome V, Rey de los Demonios?¡Cuando acabe con Innokentiy te daré tu merecido! 
Al oír el nombre de Pome, los guardias palidecieron. A uno le temblaban tanto las piernas que tuvo que sentarse. No sé quién era ese tipo, pero seguro que nadie que te gustaría encontrarte en el cine, por ejemplo.
— P-pero Pome está muerto…
— ¡Habladurías!¿Es que queréis que vaya allí a demostrarlo?¡Lo haré en cuanto encuentre a ese mocoso y me lo cargue!
— ¡N-no te atreverás!¡V-vamos a hacer lo que sea para proteger a nuestro rey! — todos los guardias salieron corriendo al almacén, todos menos el de las piernas flojas, que aún se estaba levantando.
— ¿Pero y si alguien intenta entrar en la armería?
— ¡Lo veremos, es la habitación de enfrente!¡Además, nadie va a…!
Y Nico y yo cerramos la puerta y la bloqueamos con muebles, tablones de madera y todo tipo de obstáculos pesados.
— Aún tardarán un rato en darse cuenta de que no es Pome, sino Pump. Tenemos de tiempo eso y lo que les cueste quitar todo lo que hemos puesto en medio. — susurró Nico. Yo asentí.
— Oye, ¿y cómo es que se lo han creído tan rápido.
— No sé. Están un poco paranoicos con lo de la guerra. Cualquier cosa les parece una amenaza. — respondió. Yo admiraba como podía usar siempre la lógica, hasta en situaciones tan extrañas como esa.
Para entrar en la Armería, había que introducir un código de cuatro letras en un panel que giraba con manivelas.
— ¿Y ahora qué ponemos?
— Pues está claro, ¿no? — Dijo Nico, y giró las cuatro manivelas hasta que se pudo leer "INNO". ¿Cómo podía saber eso…? Las puertas se abrieron con un chasquido y entramos.
Mesas, estanterías y cualquier tipo de superficie plana estaban llenas — llenas, llenas, lo que se dice llenas — de armas.
— ¿Crees que habrá alguno? — preguntó Nico, mirando una extraña hoja fluorescente.
— Debe haber uno al menos. Alek ya nos dijo para qué servía; no puede haber un solo ejemplar de algo tan útil.
Buscamos por todos los rincones, Nico guardando de vez en cuando algún arma que parecía útil, hasta que dimos con él. Estaba en un pedestal, protegido por una enorme mampara con varias capas de cristal. Nico y yo nos miramos. Cogimos cada uno un arma y nos liamos a golpes con la mampara hasta que cada una de sus capas se convirtió en mil pedacitos de diminuto cristal, causando un estruendoso recital de golpes. Nico la sacó con cuidado. 
— Aquí está… Parece distinta a la otra, ¿no? — dije yo.
— Da igual. Lo importante es aprender como funciona. 
— Pero… Sólo la vamos a usar si el plan "A" sale mal, ¿no?
Nico me miró mientras se forjaba una sonrisa en su cara. Comenzó a reír y no pude evitar unirme a él, aunque no veía nada gracioso en la situación.
— Te puedo asegurar que no va a salir bien. No es que esté mal pensado; es buenísimo. Pero somos cinco niños contra todos los demás. Va a salir igual de mal que en las películas.
— Tendrías razón, si esto fuera una película. Pero no lo es. Es de verdad. Todo puede pasar.
Nico sonrió tristemente y miró al suelo. Sabía lo que estaba pensando. Todo podía pasar. Él podía ser el traidor.
Suspiré y guardé el arma en una de nuestras bolsas de truco o trato. Aprovechamos para comer unos cuantos caramelos hasta llegar a la vieja cocina, lo que sirvió para levantarle el ánimo a Nico. Los caramelos siempre habían ayudado a que nuestro humor mejorase, pero desde que entramos en Calegoría, el efecto era aún mayor. 
Una vez en la puerta, descubrimos que los guardias seguían encerrados, pataleando y chillando para que les sacasen de allí. Ensayamos unos minutos para poner nuestras mejores caras de sorprendidos y quitamos todos los objetos, dejando espacio suficiente para que los guardias salieran.
— ¿…guardias? — Nico y yo nos miramos. — ¿No deberían estar vigilando la Armería?
— ¡Sí, pero, eh…! Hemos tenido algún que otro problema, una falsa alarma. Como no ha cundido el pánico lo hemos finiquitado rápido. — tuvo mérito el esfuerzo que hicimos para no reír ante aquella mentira. — Eh… ¿sabéis si alguien ha entrado en la Armería mientras no estábamos?
— Ni idea. Pero hemos venido corriendo como hemos podido. Se ha oído un ruido muy fuerte que venía de aquí, como de cristal rot…
— ¿Cris…?¿¡Cristal roto!? — el calegor se puso más blanco de lo que ya estaba, y eso era difícil. Los cinco guardias se dirigieron a la Armería a paso acelerado, mientras soltaban tacos en calegor. Sí, no entiendo ni pizca de ese idioma. Pero creedme, no hacía falta hablar calegor para saber que eran groserías.
— ¡Lo han robado!¡Lo han robado!¡Lo han…!
¡CRASH! Otro cristal se rompió, interrumpiendo al guardia. Esta vez parecía proceder del piso inferior. Sin preocuparnos demasiado, recogimos a Pump, que seguía partiéndose de risa. De repente recordé algo.
— ¡Carlos!¡Está en el la Sala de las Profecías!¡Justo en el piso de abajo!
Corrimos a toda prisa hasta que llegamos al lugar exacto en el que el cristal se había roto; la Sala de las Profecías. Carlos yacía en el suelo, murmurando palabras extrañas que no llegábamos a oír. Me arrodillé a su lado. Su mirada estaba fija en un punto del techo que parecía no existir.
— Oh, tío… — dijo Nico, desganado, señalando dos vidrieras. O dos aberturas en la pared que, en algún momento, habían sido vidrieras. Porque ahora no eran más que restos de cristales de colores desperdigados por la habitación. — Esta era la nuestra. Y apostaría lo que fuera a que aquella era la de Khrónos.
— Qué chaval más inteligente. — murmuró una figura humana completamente vestida de negro. Acababa de aparecer en el arco de la destruída profecía de Khrónos, mirando fijamente a Nico bajo su capucha. Si mis ojos no me engañaban, de su espalda salían dos enormes alas de cuervo, color azabache. Me resultaba peligrosamente familiar. — Serás un estorbo en mis planes. — y de su mano salieron sombras, con forma de ave, que se lanzaron sobre Nico cómo si de un gusano se tratase. Él se revolvía, intentando en vano evitar los picotazos y arañazos de los pájaros. Me acerqué a ayudarle, pero no hice demasiado. — Volveré en un rato, y más os vale no moveros. Voy a recuperar lo que es mío. Y después os mataré lentamente a la luz de la luna. Así nadie sospechará que he vuelto a Calegoría.
El desconocido pronunció esas palabras con tanta naturalidad que por primera vez en mi vida sentí verdadero miedo. Saltó del arco y planeó por la sala hasta que alcanzó las escaleras. Al salir de la habitación, los pájaros se desvanecieron.
Y fue al ver su capa al vuelo cuando me di cuenta de todo.
— Nico. Enc… — Escuché una tos fingida entre mis brazos. Suspiré. — Nico y Pump. Encontrad a los que faltan. El plan A ha fallado. Hay que prepararse para la guerra.
— ¿Pero qué dices?¡Si hace media hora estabas convencida de que la ibas a parar!¿Por qué nos íbamos a rendir ahora? — respondió. A pesar de las múltiples heridas y rasguños causados por las aves, seguía teniendo la misma energía que siempre.
— Porque antes sólo participábamos nosotros. Pero, cuando un adulto entra en un juego de niños, deja de ser un juego y se convierte en algo mucho más peligroso.
Nico parecía comprender.
— ¿Pero a qué adulto te refieres?
— ¿Recuerdas las dos figuras de la verja de Calegoría?¿El de la capa y el otro, que tenía las orejas puntiagudas? — asintió. — Pues creo que el primero…
—¿Pero qué ha pasado aquí? — preguntó José, preocupado. Mónica lo seguía de cerca, y soltó un pequeño gritó al ver a Carlos y Nico tendidos en el suelo. Segundos después, la Sala de las Profecías estaba completamente ocupada por Innokentiy y una legión de chicos de mi ciudad, que nos miraban sin dar crédito a lo que veían. Di un paso adelante.
— Rey Innokentiy. Saturno ha vuelto, y está en el castillo.

martes, 24 de julio de 2012

El hombre de los ojos verdes. Capítulo VIII

Calmaos y permaneced juntos. Me parece que esta
imagen de Hufflepuff describe bien el capítulo :)
¡Muy buenas! Como habréis podido comprobar, en verano tardo bastante más en actualizar. Antes hacía uno o dos posts por semana, pero ahora no sé si podré seguir en la línea...
En fin, que aquí está el capítulo octavo de El hombre de los ojos verdes. Espero que os guste mucho, porque a partir del noveno es cuando empieza la acción de verdad... Disfrutad de la tranquilidad mientras quede, jeje :)
Si queréis recordar por dónde íbamos:

_______________________capítulo ocho_______________________
Traidor. Traidor. Traidor. La palabra se repetía una y otra vez en mi cabeza, y yo seguía sin poder aceptar su significado. 
Pensé en los posibles candidatos, esta vez de uno en uno.
Mónica… A Mónica la conocía desde hacía seis años. Era mi mejor amiga, completamente incapaz de hacerme daño, ni a mí ni a una mosca. Demasiado dulce e inocente, no, ella no podía ser.
¿Carlos? Era verdad que llevaba un tiempo más arisco y quejica que de costumbre, pero todos opinábamos que también nos pasaba a los demás, por el tema de la adolescencia. Éramos amigos desde la guardería, y siempre estaba de mi parte. Tampoco.
Nico estaba ahí mismo, a mi lado, con la misma expresión de desconcierto que tenía yo. Al igual que Mónica, había llegado a nuestro colegio seis años atrás. Tenía un gran sentido de la justicia, como las normas esas de los samuráis o algo así… no sé, simplemente sabía que no podía ser él. Además, si fuera el traidor, dudaba mucho que hubiera sido tan tonto como para enseñarme la vidriera de la traición…
José apretaba los puños con fuerza, y sus ojos marrones echaban chispas. Yo ya había oído en clase que no soportaba que lo engañasen, ni a él ni a sus amigos. Supongo que vio la traición como algún tipo de engaño, y se enfadó de verdad. Tenía un año más que nosotros, pero nos había ayudado desde el principio, y Pump se había quedado con él la segunda vez que vivimos el 31 de octubre, así que también quedaba descartado.
Y después, cuando hice la reflexión por segunda vez, pensé que todos ellos podían ser perfectamente traidores. Porque un traidor es eso, ¿no? Alguien que crees que está de tu parte y resulta que no.
— ¡Están aquí! — gritó Innokentiy, dando saltitos hasta nosotros. — ¡Anda, pero si habéis encontrado la vidriera! Es que hay tantas que a veces se me olvida dónde están…
Carlos y Mónica se unieron a nuestro pequeño grupo de treceañeros con cara de desorientación al ver lo que representaba.
— Rey. — farfulló José, entre dientes. — Explica lo del traidor. En la vidriera no se ve suficientemente claro.
— ¡Por supuesto! — Inno nos invitó a sentarnos en el suelo. Todos lo hicimos menos Nico. — Cuando estalló la guerra entre Khrónos y Saturno, los dos se fueron a la montaña a pelear entre ellos, porque Khrónos no quería que hubiera ningún herido. Sin embargo, cuando el ejército de Saturno empezó a atacar la ciudad, Khrónos se vio obligado a contraatacar. Hubo muchos heridos y muertos, incluso civiles. 
— ¿Cuánto dura esta historia?
— ¿Y qué tiene que ver con nosotros? — dijo Nico, aún con la mirada fija en la vidriera.
— Pues, veréis, mi bisabuelo, el rey por aquel entonces, vio que en esta sala se forjaba una nueva profecía.
— Pero si aquí sólo hay vidrieras… — puntualizó Carlos.
— ¡Exacto!¡Las vidrieras son las profecías!¿A qué molan? — dijo Inno, muy ilusionado. Al fin y al cabo, seguía siendo un niño… — La profecía era una vidriera como esta, pero en vez de estar yo, estaba él, y en vez de estar vosotros, estaban Khrónos y sus mejores guerreros. Khrónos tenía un puñal clavado por la espalda.
Zas.
Sentí escalofríos recorriéndome la columna. ¿Significaba eso que yo iba a tener la misma importancia que Khrónos? No quería ni pensarlo…
— Mi bisabuelo alertó a todos los calegores, incluídos Khrónos y Saturno, pero fue para nada. Días después, Khrónos murió a manos de su capataz.
Y de nuevo, zas.
Quizás eso significan que iba a acabar como él.
— ¿Y… qué pasó después?
— Pues hay algunos calegores que tienen mucha suerte. Si nace una criatura en el mismo momento en el que ellos mueren, pueden… ¿cómo lo llamáis vosotros?
— ¿Reencarnarse? 
— Algo parecido. Khrónos se convirtió en un Pooka. Los Pookas son seres de piel oscura, que pueden adoptar casi cualquier forma; duendes, perros, alces… Khrónos se transformó en un caballo alado. Atacó a Saturno, siendo entonces mucho más fuerte que él, y lo mató.
— Y, ¿por qué empezó la guerra?
Esta vez fue Dragomir el que contestó.
—  Khrónos y Saturno peleaban por el control de Calegoría, una sivilisasión que había sido libre durante siglos, porque el rey solo actuaba en caso de conflicto. Tenían distintos puntos de vista, pero querían lo mismo: poder. Y fueron tan estúpidos que ninguno de los dos consiguió ganar. Uno muerto y él otro convertido en monstruo. Las guerras siempre acaban mal.
Silencio. Todos lo habían comprendido. Alguna de las personas que estaban sentadas al lado mía, con las que ayer había hablado tan tranquilamente, iba a intentar matarme, iba a hacer lo posible para acabar conmigo.
Un calegor entró corriendo. Recordó que el rey y sus invitados son los únicos que puedes entrar a la Sala de las Profecías, retrocedió y gritó desde la lejana puerta:
— ¡MAJESTAAAAAAD!¡HAN LLEGADO LOS HUMANOS QUE FALTABAAAAAAAN!
A mí me pareció poco ortodoxo hablar así con un rey, pero Innokentiy parecía encantado.
— ¡Que guay! — exclamó. Alek, Dragomir y él siguieron al calegor.
El silencio se hizo pesado, muy pesado. Sentía como si toda la esperanza que habíamos dejado en el aire estuviera cayendo lentamente con más peso del necesario, aprisionando mi cabeza, impidiéndome pensar correctamente. En la Sala de las Profecías sólo quedábamos los representados en las vidrieras y Pump, que se lo debía estar pasando en grande con la situación. Nos miraba a todos, de uno en uno, se mordía el labio inferior y soltaba pequeñas risitas que intentaba aguantarse sin éxito. Mónica, por el contrario, estaba al borde de las lágrimas. Carlos ponía caras raras, José tenía todos los músculos en tensión y Nico seguía absorto en la vidriera.
— Yo no me despego de tu lado a partir de ahora. — dijo José. — Así, si se te acerca el traidor…
— ¡Entonces eres tú!¡Tú eres el traidor!¡Cuando no miremos, te la vas a cargar! — gritó Carlos.
— ¿Y cómo se supone que me la voy a cargar, listo?
— ¡Y yo que sé!¡Tú eres el malo!
— Os estáis volviendo paranóicos… — susurró Mónica.
— ¡O es Mónica!¡Se hace la débil pero en realidad no lo es!
Ella empezó a llorar. José y Carlos no llegaron a las manos porque el primero le sacaba una cabeza al segundo. Nico recogió a Pump del suelo y examinó su tallo. Yo empezaba a enfadarme de verdad.
— ¡Esta claro que es Nico!
— ¡Eres tú, haciendo tantas especulaciones para despistar!
— ¡O tú, porque…!
— ¡YA!¡BASTA! — grité. Todos se callaron de repente. Hasta Nico dejó la vidriera unos momentos. No era muy normal que yo perdiera los estribos. — ¡Esta estúpida guerra no ha empezado aún y ya nos está separando!¡Tenemos que estar juntos!
— Pero el traidor…
— ¡Me importa un comino quién de vosotros sea el traidor y de que manera intenta matarme!¡Es algo mucho más grande!¡Es una guerra de niños!¡Niños!¡Todo está relacionado con los niños!¡El rey es un niño, los ejércitos son de niños, Calegoría está llena de niños!¿Qué más da una sola muerte cuando puede haber miles si no lo frenamos a tiempo?¡Hay que tomárselo en serio, hay que parar esto antes de que empiece!¡Son sólo niños, somos sólo niños!¡Tenemos que estar juntos, porque juntos somos más fuertes!¡Khrónos también sabía lo de la profecía y mirá para lo que le sirvió!¡Vamos a acabar con esto, maldita sea!
Respiré. No sé de dónde había salido eso, porque yo estaba muerta de miedo, pero me alegré. Al parecer había hecho efecto.
Mónica se me echó encima para darme un abrazo. Antes de que se soltara, volvió durante unos instantes el olor que desprendía Alek la primera vez que lo vi. Esencia de árbol de té… ¿Por qué sabía lo que era, si nunca antes lo había escuchado?
— Guau. Te has puesto sentimental, ¿eh? — dijo José, haciendo que todos riésemos. 
— Y, ¿cómo vamos a pararlo? — preguntó Carlos.
— Será fácil. — dije, sabiendo que era una completa locura. — Tengo un plan.

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El plan estaba acabado, al menos, la primera fase. Si todo salía bien, no habría segunda, y si no… bueno, decidimos que sería mejor pensar en positivo.
Los chicos se dirigieron cada uno a sus puestos, excepto Nico y yo, que teníamos que trabajar en equipo. Como él seguía mirando la profecía, le cogí del hombro y lo agité.
— Nicoooooo. Vamos. Hay que ir a…
— ¿Te has dado cuenta? — señaló el puñal. Yo negué con la cabeza. — No es un puñal.
— Es verdad… — se asemejaba más a un pequeño tronco de árbol, o una raíz. — Tío, ¿cómo te das cuenta de esas cosas?
— No sé… Me fijo mucho en los pequeños detalles. Pero fíjate bien. ¿No tiene una pequeña hendidura, justo en el borde?
En efecto, había un hueco con forma triangular en el filo de la rama.
— Sí.
— Pues ahora, lentamente, mira el tallo de Pump.
Me temí lo peor. Pump estaba en los brazos de Nico, divertido, por ser el centro de atención por una vez. En su tallo había una hendidura triangular.
Zas.
¿Es que todas las malas noticias tienen que llegar de golpe?